Y ahora, guerra cultural

El X Congreso Internacional de la Lengua Española, que empieza hoy en la ciudad peruana de Arequipa por deseo expreso del fallecido Mario Vargas Llosa, y ahora ya como homenaje a su figura, ha tenido un prólogo tormentoso. El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, cargó la semana pasada en un acto público y sin que viniera muy a cuento contra el director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, al que criticó su trabajo como “catedrático de Derecho Administrativo experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias” y comparó desfavorablemente con algunos filólogos que le precedieron en el cargo. La RAE se apresuró a emitir un comunicado de repulsa y solidaridad con su director.

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Daniel González / Efe

Quienes saben de estos temas cuentan que la falta de armonía entre el Cervantes y la RAE viene de lejos; incluso de lustros. La RAE es una institución independiente, pero depende en buena medida de las ayudas públicas. El Cervantes es un organismo del Estado. Aunque el ámbito de acción de ambos para promover la lengua castellana resulta diferente –normativo uno, docente y divulgativo el otro– hay competencia por el protagonismo en las actividades españolas e internacionales. Y se suma, claro, el siempre delicado capítulo del entendimiento personal. 

Las palabras de García Montero introducen un tono descalificador

García Montero, reconocido poeta, se refiere con regusto populista a las actividades profesionales de Muñoz Machado, prestigioso jurista además de historiador. Pero es sabido que una razón para que resultara elegido en la RAE fue su capacidad de gestión, después de que en época de Mariano Rajoy la institución hubiera sufrido graves dificultades económicas.

Cuando vamos a cumplir cinco décadas de libertad en España, algunos recordamos el vigor con que la cultura española, en toda su pluralidad, se proyectó internacionalmente en los años ochenta y noventa, en buena parte gracias a la habilidad de generar consensos entre sus muy diversos representantes. En vísperas de un congreso de ámbito latinoamericano presidido por el rey Felipe VI, las palabras de García Montero llevan al máximo nivel institucional de la cultura un tono bronco y descalificador que parece importado del hoy poco prestigiado terreno político, y hace daño a la institución que dirige. Produce tristeza y constituye un mal augurio.

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