España hizo ayer un gesto muy significativo al reconocer “el dolor” que causó a “los pueblos originarios” de México durante la época colonial. Es una mera declaración, lejana aún al perdón que Bélgica pidió al Gobierno de Congo por los abusos cometidos contra la población indígena, o el que solicitó el rey británico Carlos III a las autoridades australianas por “siglos de racismo”. No se trata de mirar la historia con los ojos actuales, ni actuar con una falsa hipocresía. Es hacer un ejercicio de generosidad y tender la mano a los actuales descendientes, que tienen todo el derecho a exigir que se reconozcan los actos violentos que sucedieron en el pasado.
El papa Francisco ya había pedido perdón en nombre de la Iglesia católica en el 2021 por los “pecados cometidos” en la conquista española. Una ofensiva carta del entonces presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador al rey de España impidió que el Gobierno de Pedro Sánchez hiciera un reconocimiento similar. A su vez, la sucesora de López Obrador, la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, no invitó a Felipe VI a su toma de posesión hace ahora un año, lo que avivó aún más las diferencias entre ambos países. Sánchez se negó a asistir por el feo al jefe del Estado.
Claudia Sheinbaum con su predecesor Andrés Manuel López Obrador
El ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, ha buscado el momento más oportuno para hacer esta declaración, justo cuando se cumple medio siglo de la muerte de Francisco Franco. Desde entonces, España está viviendo una larga etapa democrática y se ha ganado la suficiente autoridad moral para afrontar su pasado con una mirada serena y sin ningún perjuicio. Albares aún no ha pedido perdón, pero ha admitido el dolor causado.
Es cierto que en 1836 la reina Isabel II y el presidente de la República de México firmaron un documento que denominaron “Tratado Definitivo de Paz y Amistad” por el que acordaron “olvidar para siempre” las diferencias que separaban a ambos países desde la conquista.
Para muchos en España esto ya era suficiente. En México, en cambio, seguía existiendo un sentimiento de menosprecio que ahora puede desaparecer. La propia Sheinbaum calificó ayer las palabras del ministro de “muy importantes”. “Es el primer paso”, señaló.