El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirma que ha alcanzado “acercamientos en muchos puntos muy importantes” con el presidente chino, Xi Jinping, en la entrevista que ambos mantuvieron esta semana en Busan, en Corea del Sur. A su vez, el dirigente chino ha hablado de “consensos sobre algunos problemas” . No hubo comunicado oficial conjunto que especifique los acuerdos que han alcanzado los dos primeros líderes mundiales. Todo el mundo espera, sin embargo, que se haya dado el primer paso hacia una verdadera tregua en la dura guerra comercial que mantienen las dos primeras potencias del planeta. El hecho de que haya sido la primera reunión personal, cara a cara, que ambos líderes celebran en los últimos seis años es un signo de esperanza hacia un mayor entendimiento entre China y EE.UU., algo que es clave para la estabilidad política y económica internacional.
La agencia oficial Nueva China difundió unas declaraciones de Xi Jinping en las que afirma que “los equipos de ambos gobiernos han tenido negociaciones intensas, han acercado posiciones y ahora deben acabar los trabajos lo más rápidamente posible para establecer resultados concretos, con el fin de calmar las inquietudes suscitadas en las economías de China, de Estados Unidos y del resto del mundo”. Ese proceso negociador se inició en reuniones que los equipos de ambos países celebraron los meses anteriores, como la de septiembre en Madrid.
A grandes rasgos, los principales acuerdos entre ambas potencias, que aún deberán concretarse, establecen una reducción del 20% al 10% de los aranceles que Trump impuso a las importaciones chinas como represalia por el deficiente control que Pekín ejerce sobre el tráfico ilegal de fentanilo –China se compromete a intensificar la lucha para reducir el acceso a EE.UU. de esta droga, derivada del opio, que mata anualmente miles de norteamericanos–. Los aranceles globales sobre los productos chinos quedarían así en el 47%, aún elevados. Trump renuncia a los muy altos aranceles que amenazó con aplicar este noviembre tras una tregua de tres meses; ahora, se alarga el plazo un año. China tampoco los impondrá.
Los presidentes de Estados Unidos y China sientan las bases de una tregua comercial
El Gobierno chino acepta además desbloquear las restricciones que había impuesto a la exportación de tierras raras hacia EE.UU. Las tierras raras, de las que China tiene prácticamente el monopolio mundial, son claves para la industria tecnológica. El bloqueo de las exportaciones chinas de esos minerales tenía un impacto negativo en todo el mundo. A partir de ahora, cada año se renegociará un cupo de exportación.
China se ha mostrado dispuesta asimismo a volver a comprar cantidades “considerables” de soja a EE.UU., en lugar de hacerlo a Brasil y Argentina, después de la suspensión total que aplicaba como represalia. Esta parte del acuerdo es muy importante para Trump, para paliar los daños que la caída de las ventas de soja a China había causado a los agricultores de su país, una de sus bases electorales. Hay que tener en cuenta que China había llegado a absorber la mitad de las ventas totales de soja estadounidense.
Igualmente, ambos mandatarios han acordado suprimir las sanciones que habían impuesto mutuamente a la industria naval y al transporte marítimo, sentar las bases para un acuerdo energético que garantice el suministro de petróleo y gas natural a China, intensificar las negociaciones para resolver los problemas de seguridad nacional vinculados a TikTok y, por último, explorar la posibilidad de restablecer la venta a China de chips de última generación, que son claves para la inteligencia artificial.
La relación entre ambas potencias inicia una etapa de mayor diálogo y entendimiento mutuo
Hay que aceptar que todos esos acuerdos económicos, si se acaban concretando, son muy importantes. Pero solo deberían ser un primer paso, ya que son muchas más las cuestiones de fondo que afrontan las dos potencias mundiales. Cuestiones como las de Taiwán, la rivalidad política, económica y tecnológica, los todavía aranceles y las respectivas amenazas para la seguridad nacional son muy delicados y pueden hacer descarrilar el camino de diálogo emprendido. Con Trump en la Casa Blanca es difícil hablar de estabilidad.
En cualquier caso, la voluntad conciliadora manifestada por ambos dirigentes –han dicho que se volverán a ver en abril– ofrece un margen de maniobra para reanudar las relaciones entre las dos potencias sobre una base más normal y amigable. Los dos, tanto Trump como Xi Jinping, han comprobado en los últimos meses que los dos países pueden hacerse mucho daño y perjudicar también al resto del planeta. Por ello hay que apostar por el deseo de Xi de que China y EE.UU. asuman conjuntamente su responsabilidad como grandes potencias ante los grandes desafíos que afronta el mundo.