Dice mi amigo Marc Perez que, según el Costumari Català de Joan Amades, en la época medieval los catalanes ya vaciábamos calabazas o nabos para poner dentro una vela encendida. Y que eso se llamaba hacer miedo y se practicaba la noche de vigilia de Todos los Santos en el Ripollès, Osona i la Franja de Ponent. Ya habrán entendido que mi amigo participa con ganas del debate Castanyada o Halloween.
Es un debate extraño y estéril. Hay una parte del país que contempla con gran disgusto que esta celebración del miedo lo llene todo con disfraces, películas temáticas, comida recreando insectos, fantasmas y zombis, fiestas en las discotecas o pandillas de niños que han descubierto que algunas tiendas de avispados ejes comerciales les regalan caramelos si van vestidos de monstruos. Su origen anglosajón, dicen que irlandés, es innegable, pero son los norteamericanos los que la han convertido en un fenómeno mundial. Este origen yanqui ayuda a la controversia y al rechazo. Y el miedo por la desaparición de la Castanyada y la costumbre de comer castañas y panellets… y, por cierto, llenar las discotecas aprovechando que Todos los Santos es festivo.
Temen por la desaparición de los panellets… y de no poder llenar las discotecas
El debate es estéril, porque Halloween ya es abrazado con entusiasmo por gran parte de la población y todo tipo de establecimientos. Se queda. Y extraño, porque la vigilia de Todos los Santos siempre ha sido para contar historias que dan miedo. No hace tanto era costumbre ir, la noche del 31, a una representación de Don Juan Tenorio , una obra de teatro de Zorrilla con monja seducida, conquistador inmoral y fantasma incluido que ha quedado francamente ramplona, pero que muestra que la semilla del miedo hace mucho que fructificaba. Y porque, a pesar de esto, hay más paradas de castañas que nunca, los panellets se venden a montones y son populares en tiendas de comestibles los paquetes para hacerlos en casa.
Tanto si queréis honrar las calabazas iluminadas de antaño u os encanta disfrazaros para ver trabajar a Boris Karloff o a Freddy Krueger, pensad que, de todas las cosas que nos llegan de los Estados Unidos, dedicar una noche a convocar y conjurar los peligros y los monstruos que nos dan miedo, no es la más terrorífica.
