Pasan los años –ya son 126 desde su temprana muerte – y el culto a Francesc Canals i Ambrós, el Santet del Poblenou, continúa muy vivo. Ayer, como sucede cada año el día de Todos los Santos, entre los centenares de personas que quisieron recordar a sus difuntos visitando el cementerio de este barrio barcelonés, se encontraba más de una devota de este santo popular que fue trabajador de los almacenes El Siglo, de los que predijo que algún día, como así fue, resultaría pasto de las llamas. En el nicho donde al parecer descansan los restos del Santet siguen depositándose los papelitos doblados en los que sus fieles formulan sus deseos más íntimos con la esperanza de que se hagan realidad. Así de sólida es la devoción por este personaje de la Barcelona más castiza, el joven tuberculoso que nunca se hizo un hueco en los altares a pesar de que una leyenda que aún pervive le atribuía la capacidad de sanar, desde el mundo de los muertos, enfermedades que parecían incurables o de dar un golpe de fortuna a los desventurados en asuntos amorosos.
Devotas del Santet
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