¿Aún estamos a tiempo?

¿Aún estamos a tiempo?
Director de La Vanguardia

Leí hace muchos años el celebrado libro 1984 de George Orwell y nunca pensé que aquel mundo que narraba el escritor inglés pudiera ser realidad algún día. Si ustedes pueden leer hoy este artículo, es que aún no hemos llegado a la dictadura del Gran Hermano, pero lo que parece claro es que avanzamos a pasos casi agigantados hacia un mundo controlado por muy pocas manos. Hoy les recomiendo que lean el artículo en La Vanguardia de Francesca Bria, experta en políticas de digitalización y tecnología de la información, donde explica con claridad como la tecnocracia de Silicon Valley está controlando los sistemas operativos de defensa, las comunicaciones orbitales –satélites–, las redes sociales, los modelos de IA y hasta las redes financieras. Ahí es nada.

Hace tiempo que en Europa hacemos toda clase de discursos sobre la necesaria independencia tecnológica del continente frente a Estados Unidos y China. La dura realidad es que los discursos de Bruselas y Estrasburgo suenan muy bien, pero después los diferentes gobiernos europeos hacen como si lloviera y llegan a acuerdos puntuales con las empresas de Silicon Valley para cederles todo su poder. Cada día que pasa se consolida más la externalización sistemática de la soberanía europea a empresas tecnológicas de Estados Unidos. Sus algoritmos controlan nuestro discurso, y sus infraestructuras, nuestra economía. Como dice Bria, Europa va camino de convertirse en una colonia digital. Un 80% de nuestra infraestructura digital está controlado por chips asiáticos, servicios estadounidenses en la nube y modelos de IA de Silicon Valley.

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Peter Thiel. 

Bloomberg / Getty

El mejor ejemplo de todo ello lo dan empresarios como Elon Musk, que controla X para influir con sus algoritmos en las elecciones, o Peter Thiel, que a través del software que ofrece su empresa Palantir pasa a controlar sistemas operativos de defensa como el del Pentágono. Thiel tiene una frase que resume muy bien su pensamiento: “La libertad y la democracia ya no son compatibles”.

La pregunta que cabe hacerse es si seremos capaces de revertir esta situación y si aún estamos a tiempo de no caer en un mundo dominado por autó­cra­tas y empresarios sin escrúpulos. Al final del camino está, refulgente, la sociedad de 1984 .

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