Trump quiebra la unidad demócrata

Tras más de seis semanas de cierre del Gobierno, el Senado de Estados Unidos alcanzó el lunes un acuerdo para acabar con una situación que ha afectado a más de 650.000 funcionarios, que han dejado de percibir su sueldo, y a decenas de millones de estadounidenses que dependen del programa de ayuda alimentaria, que había quedado congelado.

El bloqueo que enfrentaba a republicanos y demócratas se deshizo después de que el partido del presidente Trump rompiera la resistencia de la oposición y lograra que ocho senadores moderados –que no se juegan la reelección en las elecciones del año próximo– votaran a favor de financiar provisionalmente a la Administración hasta el 30 de enero.

Esa fue la única concesión de los republicanos porque en la que era la gran exigencia demócrata, la ampliación de los subsidios de la ley de Atención Médica Asequible, conocida como Obamacare , que expirarán a final de año –lo que provocará un fuerte aumento en las primas de los seguros médicos de millones de estadounidenses–, solo se han comprometido a que haya una votación separada. Así, no se garantiza que la medida sea aprobada, más bien lo contrario, ya que los demócratas están en minoría en las dos cámaras del Congreso.

La cesión ante los republicanos para reabrir el Gobierno provoca una crisis interna

Donald Trump ha conseguido una victoria que va más allá de doblegar en el Senado la resistencia demócrata. La votación ha hecho aflorar una profunda división en el Partido Demócrata, al haber roto ocho senadores la disciplina de voto. Si bien el desbloqueo ofrece un respiro temporal a la economía estadounidense, el acuerdo ha suscitado una oleada de críticas del bloque progresista del partido, encabezadas por el senador Bernie Sanders, que lo ha calificado de “muy, muy malo”, mientras que el congresista Ro Khanna ha pedido la dimisión del líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer. Y el gobernador de California, Gavin Newsom, figura emergente del partido y posible candidato a la presidencia en el 2028, ha calificado el pacto de “rendición política” y ha acusado a la cúpula del partido de “renunciar al pulso ideológico” con los republicanos.

El ala izquierdista demócrata acusa a sus colegas más moderados de haber cedido de forma desastrosa, otorgando una victoria a Trump y dando la espalda a millones de estadounidenses que no pueden pagar las crecientes primas de los seguros médicos. Además, esta crisis interna puede acabar afectando al intento de recuperación del Partido Demócrata de cara a las elecciones de mitad de mandato del próximo año, después de los buenos resultados de sus candidatos en las elecciones locales y estatales de la semana pasada. Políticos demócratas argumentan que esas victorias se debieron en gran parte a las duras críticas que estos candidatos hicieron a Trump por el coste de la vida y lamentan que pocos días después, cuando han tenido la primera oportunidad de poner en práctica esa lección –luchar por la asequibilidad de la atención médica–, se hayan rendido pese a que los sondeos mostraban que la mayoría de los votantes estaba de acuerdo con la postura demócrata.

La consecuencia de este cisma interno es que ha hecho aflorar las profundas divisiones en el partido, que podrían demostrar que la “gran coalición” que los líderes no dejaban de mencionar tras las victorias electorales de la semana pasada es más viable en teoría que en la práctica. Esos triunfos, no hay que olvidarlo, los lograron –excepto en Nueva York– candidatos moderados. Una visión pragmática del cierre del Gobierno era que, mientras las consecuencias se agravaban rápidamente, los demócratas se arriesgaban a perder esos avances políticos graduales si la opinión pública se volvía en su contra, al igual que contra el Partido Republicano.

El cisma demócrata enrarece su recuperación tras las recientes victorias electorales

Y aún existe otra verdad incómoda que miembros del sector progresista prefieren ignorar. Los demócratas prácticamente no tienen poder en Washington. Han utilizado su única herramienta –la capacidad de hacer valer sus votos en el Senado, donde se requieren 60 votos para la mayoría de las leyes– para frustrar a un presidente que casi no tiene oposición. Políticamente no es poca cosa, pero en la práctica lo que los ciudadanos ven es que al final los demócratas han acabado cediendo y que no existe ninguna garantía de que el coste desorbitado de la atención médica que sufren millones de estadounidenses vaya a ser revertido.

Tras su aprobación en el Senado, el proyecto se remite a la Cámara de Representantes, que no celebra votaciones desde el 19 de septiembre. Está previsto que se pronuncie hoy miércoles. Una vez aprobada, la ley estará lista para que la firme el presidente Trump y se produzca la reapertura total del Gobierno.

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