Externalizar el amor

En la infancia, el amor no era una conquista ni un trabajo, sino un asunto mágico; sí, nos lo mostraban los cuentos. Era una culminación, nunca el comienzo, porque el beso de Blancanieves o el zapato de Cenicienta sellaban la historia, haciéndonos creer que terminaba con un final feliz, aunque todo estuviese por llegar. Carecíamos de la perspectiva para preguntarnos cómo les iría a aquellos príncipes más allá de su azaroso encuentro.

Horizontal

 

Kai Försterling/Efe

Siendo jóvenes, aprendimos que el amor podía ser también rechazo, herida o frustración. Aun así, estar enamoradas suponía el mayor triunfo, un cosquilleo colonizador pese al desasosiego. No había que perseguir el amor, ni forzarlo. Brotaría, misterioso e imprevisible, love is in the air.

Desde hace dos años aumentan las apps que se enfocan en encontrar “relaciones duraderas”

En nuestras ensoñaciones fantaseábamos sobre la magnitud del encuentro. ¿Dónde se hallaría el hombre o la mujer de nuestra vida? ¿En un vagón del tren, al calor de la noche de un bar? El feminismo quiso cancelar el amor rosa. “Romanticismo tóxico”, repetimos como un mantra, pero en el cine seguimos viendo a mujeres que se han preparado toda la vida para amar a un ser al que le gustan las escenas de gente esperando el bus bajo la lluvia. Cuando aparece, llega la excitación de los mensajes cruzados, el mutuo descubrimiento y el erotismo. Hasta que sobreviene el vacío y se descubre el autoengaño: las débiles señales que emite el amante son falsamente interpretadas, porque quien frena manda.

Lee también

La extranjera soy yo

Joana Bonet Camprubí
SENSITIVE MATERIAL. THIS IMAGE MAY OFFEND OR DISTURB. People hold signs during a protest against Immigration and Customs Enforcement (ICE) outside the U.S. Immigration Court in Manhattan, New York City, U.S. October 22, 2025. REUTERS/Angelina Katsanis

Cuando irrumpieron las aplicaciones de citas, las miramos con cierta distancia. Por entonces ya sabíamos que habíamos desperdiciado nuestras mejores horas por aquello que llamamos amor. La oferta y demanda de los portales se disparó, aunque con frecuencia la primera ilusión se convirtiera en la peor pesadilla. Desde hace un par de años estas apps languidecen, y aumentan las que se enfocan en encontrar “relaciones duraderas”. El flamante alcalde de Nueva York no ha tenido inconveniente en afirmar que conoció a su mujer en Hinger, una app diseñada para afinar en la personalidad, limitando el número de me gustas. Mientras, en España Matchmaking se presenta como agencia de headhunters sentimentales que desconfían del algoritmo. Delegar en profesionales que pongan rostro a tu felicidad, porque, puestos a externalizar, también se imponen los amores autónomos.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...