El próximo jueves se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco. Aunque hace ya tiempo que se habla de esta efeméride, esta próxima semana va a ser especialmente intensa en el análisis y el recuerdo de lo que ha supuesto este medio siglo para nuestro país. Entre los proyectos editoriales que La Vanguardia va a poner estos días a disposición de sus lectores, abrimos el fuego con un amplio dossier en el suplemento Cultura/s de esta semana donde analizamos el gran cambio social y cultural que ha hecho España en estos cincuenta años.
Los de mi generación, que éramos niños cuando se murió el dictador y vivimos el nacimiento de la democracia con toda la ilusión, no podíamos ni imaginar la evolución positiva que íbamos a experimentar en todos estos años. De ser un país atrasado en todo tipo de libertades a ser de los primeros en permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo o ser uno de los lugares de Europa con mejor protección social. De estar fuera de las instituciones europeas a ser uno de los socios más importantes de la UE y donde existe el porcentaje más bajo de ciudadanos euroescépticos.
A pesar de todos los problemas a los que nos enfrentamos hoy como sociedad, igual que los países de nuestro entorno, si echamos la mirada atrás, nadie debería hacer una lectura negativa de este período. Como en el fútbol, es fácil cuando el partido ha terminado hacer una relectura de este y de todo lo que se podía haber hecho mejor. Sin duda. Pero tengo para mí que la transición tuvo más luces que sombras y el encaje de todas las sensibilidades políticas y sociales fue lo que nos ha permitido disfrutar de estos años de relativa prosperidad.
Se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco
En aquel momento, en el añejo debate sobre reforma o ruptura, ganó la reforma. Y no nos ha ido mal. Pero la victoria del pacto frente a los que querían hacer una fractura radical con el régimen anterior ha podido incentivar cierta desmemoria. Y esto, 50 años después, no se puede aceptar. Franco fue un dictador que hubiera preferido tenerlo todo “atado y bien atado”, pero la sociedad española impulsó la democracia. El franquismo no puede blanquearse, ni tampoco olvidarse. Hoy, más que nunca.