Rosalía y la Coca-Cola

En la portada digital de un periódico, hay seis artículos sobre Rosalía. Pescan clics y alimentan su fama dándole un espacio que ya no ocuparán otras propuestas. Redundar en el éxito –sobre el que todo el mundo tiene algo que decir– es un valor más seguro que arriesgar en otros temas para llamar la atención de un receptor no siempre receptivo.

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Mané Espinosa

Pasa en todos los ámbitos del algoritmo, como buscadores o Spotify. Su mecanismo es determinista: sirven en bandeja lo que interesa que guste en general, complicando el acceso a lo que tal vez podría gustarte a ti. Y el verbo no es casual en la tiranía del like. El monocultivo se retroalimenta. Ya sean plantaciones de aguacates, la inteligencia artificial, la explotación inmobiliaria, las energías renovables o el turismo, todo hay que convertirlo en fenómeno para que funcione. Se crea una profecía autocumplida. Al promocionar su aplauso, se doblan las apuestas en forma de expectativas. Y al final hay tanto en juego que más vale que lo pete.

Tarta Relena y Maria Arnal, fascinadas por Hildegarda de Bingen antes de ‘Berghain’

Hay que concentrar el capital en eso que gusta a todo el mundo e hipertrofiarlo, porque es lo que querrá consumir. Y sí, los productos se consumen, pero la cultura no. La cultura ofrece lo contrario. Cultivar es preparar la tierra para sembrar y recoger sus frutos. Por eso, cuanta más diversidad, mejor. Sin embargo, hoy se considera éxito lograr un consenso global y mantener la hegemonía.

Lux me recuerda a la Coca-Cola. Ultraprocesada y dulcísima, triunfa en el mundo entero, es la preferida por la mayoría, nadie discute su fórmula. De hecho, gusta tanto que buena parte de quienes la prueban ya no quieren nada más porque les sabe a poco. Va desplazando a otros elixires, que ocupan menos sitio en el mostrador.

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Llucia Ramis
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Me motiva más la curiosidad que la unanimidad, y la exploración me emociona más que las guías. Quizá por eso prefiero a Tarta Relena, en cuyo disco Fiat Lux hay una canción de Hildegarda de Bingen antes que Berghain. Me atraen los proyectos de Maria Arnal (asimismo fascinada por Hildegarda, la Sibila del Rin), de Marina Herlop o de L’Arannà. Como obras artísticas, estas y la de Rosalía no tienen por qué ser excluyentes, de hecho se enriquecen unas a otras. Convertidas en producto, el título de la columna utiliza dos marcas conocidas para promocionar otras que también merecen su espacio.

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