Europa busca su modelo de IA

La inteligencia artificial (IA) plantea un horizonte de crecimiento económico exponencial, como no se había visto desde la revolución industrial. Este es el gran pronóstico que hace la mayoría de los expertos. También es una herramienta estratégica y, por tanto, de poder político, empresarial y cultural. Todo ello explica las supermillonarias inversiones que se hacen en Estados Unidos y en China, y en mucha menor medida en la Unión Europea (UE), que va muy rezagada en esta nueva apuesta tecnológica.

En números concretos, se calcula que entre el 2013 y el 2024, Estados Unidos lideró la inversión privada en IA con aproximadamente 471.000 millones de dólares, cifra que supera a la de todo el mundo en su conjunto. Le sigue China con 119.000 millones de dólares y ya, a muy larga distancia, el Reino Unido con 28.000 millones de dólares. Pero las cifras que se barajan para el futuro son de vértigo. Solo las grandes tecnológicas (Microsoft, Amazon, Google, Meta) han anunciado este año enormes inversiones, superiores a los 300.000 millones de euros. La UE intenta también impulsar la IA y proyecta planes para invertir unos 200.000 millones de euros en este sector en los próximos años, pero se encuentra a años luz de Estados Unidos.

La enorme energía económica, científica y tecnológica destinada a la IA en todo el mundo es la garantía más clara de que estamos ante un gran poder transformador, en un proceso que avanza cada vez más de forma acelerada. Hace tan solo tres años que ChatGPT salió a la luz y hoy la IA generativa es ya perfectamente útil para cualquier uso intelectual que se le quiera dar. Ningún país ni ninguna empresa pueden tardar más tiempo en reaccionar si no quiere perder el tren del progreso, y eso es válido para cualquier ámbito de actividad. El gran desafío es cómo hacerlo. Aquí en Catalunya, la Generalitat ha dado hace pocos días el aviso institucional de que el país tiene que afrontar el reto de la IA. Pero es solo un tímido primer paso que hay que multiplicar.

Multiplicar la inversión y el talento son dos factores clave para no quedarse demasiado atrás

Que Europa, y por tanto España, se encuentren a años luz de EE.UU. y China no implica que se haya de arrojar la toalla y darse por vencidos. Es cierto que a este lado del Atlántico se ha perdido la carrera de la infraestructura de los microchips y también la carrera de las grandes plataformas. Pero, como se señalaba ayer en nuestro suplemento Dinero , la industria de la IA generativa es tan grande que todavía ofrece oportunidades que nadie ha desarrollado y en las que tanto Europa como España o Catalunya podrían tener un papel relevante.

Entre esas oportunidades de la IA para Europa se encuentra el desarrollo de soluciones éticas y seguras, en entornos más reducidos y locales, como las que pueden necesitar las compañías que desarrollan servicios críticos, algunas empresas específicas o las administraciones públicas a todos los niveles. Para ello, sin embargo, se necesita más inversión en el ecosistema tecnológico local y una política agresiva de mantenimiento y atracción de talento. De momento, cerca de la mitad de la inversión mundial de fondos de capital riesgo en startups de IA generativa se concentra en EE.UU., mientras que Europa capta apenas una cuarta parte.

Aquí, además, se da la paradoja de que se forman muy buenos profesionales –en las universidades catalanas también– que luego emigran hacia EE.UU. en busca de nuevos horizontes, mayores sueldos y ventajas fiscales para emprender. Es evidente que este es un proceso que hay que revertir. Para ello ya hay algunas iniciativas en marcha, aunque su puesta en práctica va muy lenta ante los rápidos progresos que registra la IA.

El desarrollo de las gigafactorias de IA comporta un enorme gasto de agua y energía

Si se quiere desarrollar la IA en el continente europeo, habrá que tener muy en cuenta también los costes asociados a esta tecnología, y de los que se habla todavía muy poco. No se trata solo de los riesgos de manipulación de la realidad ni de la pérdida creciente de empleos que puede provocar. El desarrollo de la IA tiene, además, un consumo muy elevado de energía y de agua para refrigerar las instalaciones que hay que valorar con mucha prudencia cuando se habla de instalar las gigafactorias programadas por la UE, una de ellas en Catalunya. Otro problema es que el motor de desarrollo de la IA son los datos masivos que deben alimentarla. Este acceso a los datos es infinito en EE.UU. y China, pero, en cambio, en Europa hay una legislación muy restrictiva para su uso que ahora Bruselas intenta flexibilizar, ya que sin datos no hay IA.

Estamos, en suma, ante una revolución tecnológica de la humanidad con muchas caras, costes y aristas. Evoluciona muy rápidamente, y Europa debe reaccionar también con prontitud para desarrollar su propio modelo de IA. Quedarse atrás es tanto como perder el tren del futuro.

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