Felipe VI presidió ayer en el salón del Trono del Palacio Real el solemne acto institucional con el que se conmemoró el 50.º aniversario de la proclamación de su padre, el rey Juan Carlos I, y valoró positivamente la contribución de la Corona a la consolidación de la democracia. Lo que podía haber sido una ceremonia meramente protocolaria se convirtió, dada la actual coyuntura política marcada por la áspera lucha entre los dos grandes partidos, en un acto particularmente oportuno.
Apenas pasadas veinticuatro horas desde que el Tribunal Supremo hizo pública su condena al fiscal general del Estado, en lo que constituye un eslabón más –pero muy preocupante– de tal coyuntura, las palabras de Felipe VI tuvieron, para quien supo escucharlas, un efecto inspirador y balsámico.
“La ceremonia que celebramos hoy nos lleva a recordar un tiempo en el que España se abrió al diálogo como camino para construir la convivencia democrática”, manifestó Felipe VI. Y luego, parafraseando a su padre en su discurso de medio siglo atrás con motivo de su proclamación, evocó aquella “nueva etapa de la historia de España” que se iniciaba, y el aliento para recorrerla juntos, con “la paz, el trabajo y la prosperidad fruto del esfuerzo común y de la decidida voluntad colectiva”.
El Rey redundó en esta línea al ensalzar las “conversaciones, pactos y concesiones” que sustentaron aquel proyecto, y no dudó en calificar de “gesto político revolucionario” la asunción de tal responsabilidad compartida.
El Rey pide convivencia, acuerdos y respeto al celebrar los 50 años de la proclamación de su padre
Por si alguien no hubiera captado la intención de sus palabras, más allá del homenaje a su padre –ausente ayer del acto, y cuyo papel en la primera fase del reinado elogió, aunque no en la última–, Felipe VI hizo a continuación referencia directa a la situación política de nuestros días, al apostar por “la palabra frente al grito, el respeto frente al desprecio, la búsqueda del acuerdo frente a la imposición”, convencido de que “la democracia es la búsqueda leal y conjunta de aquello que sirva mejor al bien común”.
La ceremonia fue el marco para la entrega del Toisón de Oro, la más alta distinción que concede la Casa Real, a la reina Sofía, madre del Monarca, a quien Felipe VI agradeció su vida “de servicio ejemplar y de lealtad a España y a la Corona”. Y también se entregó dicho reconocimiento a Felipe González, expresidente del gobierno, y a Miquel Roca Junyent y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, los dos supervivientes del grupo de siete padres de la Constitución.
Según Felipe González, “la gran cuestión histórica de España es la de la convivencia. Por eso creo que nuestros problemas solo tienen solución si se firma la paz civil. Entender esto fue la base de la transición. (…) Nuestro cometido es preservar a toda costa esta paz civil que sostiene sobre tres pilares: la libertad política, la equidad social y la convivencia”. Tanto Roca como Herrero tuvieron también en sus intervenciones palabras a favor de la concordia.
La Reina, Felipe González, Roca Junyent y Herrero de Miñón reciben el Toisón de Oro
La voz de Felipe VI, también la de las personalidades ayer galardonadas, tan activas en la transición política como partícipes de su éxito, es digna de la mayor atención. Ayer la actividad política estuvo tintada por las reacciones a la condena del fiscal general, que se expresaron con la rudeza habitual, abundando siempre en la división, ya muy profunda, entre los dos partidos mayoritarios. Desde que anteayer se conoció dicho fallo, representantes de las dos formaciones calificaron lo sucedido bien como una ofensa y un atentado al prestigio de la judicatura o bien como un triunfo de la democracia. Quizás no sea exactamente ni una cosa ni otra. Pero en todo caso es un indicativo del pésimo momento de las relaciones entre esos dos partidos que suman, aproximadamente, el 65% del voto popular.
Es urgente que estas dos formaciones, y otras menores, instaladas asimismo en el reproche y la descalificación, se den cuenta de que con su actitud expresan su propia debilidad y no contribuyen en absoluto al progreso del país. Resulta altamente decepcionante tanta contumacia en el error. Sin embargo, si en algo aprecian su país, están obligados a frenar esa deriva. El poder, en democracia, va y viene, así lo quieren la alternancia política y el criterio de los electores. Conseguirlo significa únicamente una victoria temporal, que podrá revertirse antes o después. Pero el daño que se está infligiendo al sistema democrático y a sus instituciones con el choque político feroz y continuo será difícil de reparar. Razón de más para agradecerle aquí al Rey la llamada a la sensatez y la convivencia que hizo ayer.