Cada uno de nosotros ha hecho más de una vez el ejercicio de recordar qué estaba haciendo cuando ocurrió tal o cual acontecimiento histórico. Estos días me ha atrapado la serie Anatomía de un instante, que recrea el golpe de Estado del 23-F a partir de la obra de Javier Cercas. ¿Qué hacía usted en aquel febrero de 1981? En mi caso, tengo un vago recuerdo de que el asunto se comentó en clase… octavo de EGB. Alguien comentó con poca convicción que igual nos mandaban a casa. Pese a ser muy joven en aquella época, no tuve la sensación de que el mundo que entonces empezaba a vislumbrar, aquellas libertades todavía por disfrutar, pero que ya atisbaba en los comportamientos de los adultos, podía sufrir una repentina involución por la fuerza.
Pero viendo la serie me he dado cuenta de lo frágil que era todo. En algún momento de la narración, Gutiérrez Mellado le insiste a Suárez en que hay que dar tiempo a los militares para que asuman la democracia. Franco había muerto cinco años atrás. ¿Cuánto tiempo se necesita para hacerse a esa idea? ¿Acaso hay un tiempo para admitir que se han acabado los privilegios propios?
Imagen de 'Anatomía de un instante' de Movistar Plus+
La serie nos recuerda los asesinatos diarios de ETA, la aguda crisis económica y la fragilidad del sistema, pero también muestra –cuando Santiago Carrillo llega a Madrid y ve lo cambiado que está todo– la esperanza de una sociedad que no deseaba mirar atrás. Hoy nos parece impensable que personajes tan rancios e incompetentes como aquellos golpistas puedan repetirlo, pero sí llama la atención cómo entonces y ahora sale a relucir demasiadas veces la palabra “traidor”. No estamos ante una dictadura en España, como proclaman algunos, ni son suficientes los nostálgicos para devolvernos a la oscuridad, pero sigue siendo imprescindible preservar y mejorar nuestro sistema de derechos y libertades.
Las democracias se ven ahora amenazadas por fenómenos que en los años ochenta ni soñábamos, como los intereses político-económicos de los grandes emperadores tecnológicos. Viendo Anatomía de un instante comprobamos que la democracia en España no cayó del cielo. Ni la construyó una sola persona. La levantaron líderes que supieron exigir y ceder, empujados por toda una sociedad. (Por cierto, ¡qué pocas mujeres y cuánto se fumaba en aquellos años!).