Por un ‘cómo’ diferente

Por un ‘cómo’ diferente
Editorial Team

Los acontecimientos de la última semana han permitido que comentaristas y analistas coincidan en señalar que el camino hacia unas nuevas elecciones ha quedado abierto. Podría ser, pero no está claro. Aún hay muchas cosas por decidir y, a pesar de las dificultades que rodean a la acción del Gobierno, no parece que su presidente quiera decantarse por unas elecciones anticipadas. La economía va mejor que la de los países euro­peos y los socios minoritarios de la investidura no parecen favorecidos por sus expectativas electorales. A la búsqueda de propuestas que los identifiquen, los mencionados socios minoritarios no hacen más que debilitar sus opciones y la estabilidad del Ejecutivo. Pero no parece muy evidente que quieran llevar su ligereza hasta el punto de encontrar su propio final. Ya se verá; habrá que esperar.

MADRID (ESPAÑA), 26/11/2025.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (2i) y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (3i) toman asiento a su llegada al Congreso de los Diputados este miércoles para participar en la sesión de control y las preguntas de la oposición al Gobierno sobre asuntos de actualidad. EFE/ Zipi

 

ZIPI / EFE

En todo caso, la posibilidad de unas nuevas elecciones abre paso a interrogantes por resolver. Por ejemplo, parece aceptarse por todos que cualquier nuevo gobierno deberá descansar en un acuerdo de coalición. Ningún partido tendrá, por sí solo, una mayoría absoluta que le permita gobernar desde su estricta coherencia. El nuevo gobierno precisará –como ahora– de un espaldarazo parlamentario heterogéneo e incluso posiblemente contradictorio. Por tanto, la pregunta que se dirige a los partidos más representativos va en la dirección de pedir con quién se piensa gobernar. ¿Con quién? Se critica la debilidad del actual Gobierno como consecuencia de acuerdos condicionados por fuerzas minoritarias que no aceptan su papel y que pretenden, desde su representación minoritaria, actuar como si fueran ellos los mejores representantes de la voluntad popular. ¿Esto que pasa ahora es lo que las elecciones anticipadas pondrán nuevamente de manifiesto?

¿Para hacer qué y con quién se piensa gobernar? La pregunta no es irrelevante y la respuesta, aún menos. En este sentido, un nuevo escenario no parece cambiar mucho respecto del que ahora se argumenta para justificar la exigencia de nuevas elecciones. El escoramiento ideológico podría ser diferente, pero la inestabilidad fruto de la debilidad de la coalición que resulte de las elecciones podría ser la misma. Y esto es relevante; porque de lo que se trata es de gobernar. Es decir, ¿ganar para qué? Y según con quién, ¿qué es y será diferente? Y según con quién, ¿el qué será diferente? Grandes retos requieren de respuestas sólidas y coherentes; ¡lo que hay que hacer demanda unidad en los responsables de hacerlo! Y ciertas coaliciones solo invitan a interrogarse sobre su duración.

Unas elecciones deberían verse como un cambio radical en el comportamiento democrático de todos

Los retos son demasiado importantes como para hacerles frente desde la discordia. No se puede encarrilar desde la diferencia estridente un futuro complejo e incierto. Comprometido con Europa o en sumisión trumpista, por ejemplo. O tratar el problema migratorio con serena solidaridad, o ¿con recuperación de prácticas inquisitoriales? Lo que hay que hacer es tener un alma compartida; en caso contrario, la inestabilidad se convierte en el peor adversario del progreso colectivo.

Y por esto no basta el con quién gobernar; ni el qué hacer; sino que, además, es necesario el cómo hacerlo. Los nuevos retos y los déficits del presente reclaman otra forma de hacer política. Hay que fortalecer los cimientos del respeto al adversario que fortalezca el ejercicio democrático. Habrá que buscar acuerdos incluso con los que no integran la mayoría parlamentaria. Políticas de Estado son políticas de consenso, en las que el consenso de todos no ha de ser imposible. En todo caso, se trata de intentarlo. Y eso quiere decir un clima de entendimiento, la búsqueda permanente a favor de la convivencia. Ni los insultos, ni las groserías, ni las descalificaciones sistemáticas ayudan ni ayudarán a dar estabilidad ni a poner en valor las instituciones democráticas.

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El problema, por tanto, no descansa en saber si hacen falta nuevas elecciones. El problema es que esta posibilidad se vea y se valore como un cambio radical en el comportamiento democrá­tico de todos. El cómo abriría posibilidades al qué hacer, y legitimaría a los que pretenden hacer de unas nuevas elecciones un punto de partida para un nuevo hacer en la vida política del país. Ahora, no está muy claro.

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