Donald Trump asegura haber acabado con ocho guerras desde que regresó al poder en enero. Pero el balance de los esfuerzos de mediación del presidente estadounidense, obsesionado con ganarse un día el Nobel de la Paz, es mucho más matizado. Muchos de sus pactos se acercan más a ceses del fuego –algunos, ya violados– que a acuerdos de paz que pongan fin permanentemente a disputas generacionales.
Cuando llegó a la Casa Blanca, dos conflictos armados protagonizaban la escena internacional: Ucrania y Gaza. Sobre el primero, Trump había prometido solucionarlo en sus primeras veinticuatro horas en el despacho oval, y la guerra va camino de cumplir cuatro años debido a su incapacidad para convencer a Putin y a Zelenski sobre sus planes de paz.
El principal logro de Trump en estos meses ha sido el frágil alto el fuego entre Israel y Hamas que puso fin a la devastadora guerra en Gaza. La tregua entró en vigor el 10 de octubre y dio lugar a la retirada parcial de las tropas israelíes de la franja y al canje de rehenes israelíes por presos palestinos. Pero la violencia sigue en el territorio, y más de 370 palestinos han muerto en ataques israelíes, mientras la segunda fase del plan de paz aún no ha entrado en vigor.
En cuanto al resto de los conflictos armados que Trump se atribuye haber acabado, en todos ellos la fragilidad es manifiesta. El pasado mes de junio, se involucró directamente, junto con Israel, lanzando una docena de misiles contra tres instalaciones nucleares iraníes. Tras doce días de guerra, anunció un “alto el fuego total” entre los dos países. La solidez de esta tregua está en entredicho, ya que el programa nuclear iraní continúa.
El presidente asegura que ha acabado con ocho guerras en el mundo durante este año
Trump se presentó también como el gran artífice del “acuerdo histórico” firmado el 26 de octubre entre Tailandia y Camboya, inmersos en una secular disputa fronteriza. Pero ese acuerdo apenas duró dos semanas. Tailandia lo suspendió el 10 de noviembre, y hace una semana estallaron nuevos choques en regiones fronterizas, con enfrentamientos más intensos que en julio.
El líder republicano también intervino en un enfrentamiento entre India y Pakistán, dos potencias nucleares, el pasado mayo. El mensaje de la Casa Blanca de haber puesto punto final a una guerra es, sin duda, exagerado, porque el frágil acuerdo no resuelve la histórica disputa territorial sobre la región del Himalaya y Cachemira, que ya ha provocado tres guerras a gran escala. Mientras Pakistán destacó el papel del mandatario estadounidense y lo nominó para el Nobel de la Paz, Nueva Delhi nunca lo reconoció como mediador del conflicto.
Trump también se atribuye haber logrado la paz entre Ruanda y la República Democrática de Congo, firmada el pasado día 4, aunque nadie espera que el conflicto termine pronto, ya que el principal grupo rebelde, el M23, respaldado por Ruanda, ha rechazado el acuerdo y el pasado martes tomó la estratégica ciudad de Uvira. El pacto incluye además un componente económico, al conceder a EE.UU. Acceso preferencial a minerales estratégicos de la región. Y también es exagerada la afirmación trumpista de haber negociado la paz entre Egipto y Etiopía –dos países que no están en guerra– cuando en realidad se trataba de una disputa sobre una presa del Nilo en este último país que Egipto teme que reduzca el caudal en su parte de esta vía fluvial estratégica.
La mayoría de los acuerdos que ha forzado son temporales y dejan las tensiones abiertas
Armenia y Azerbaiyán, enfrentadas durante 37 años por el control de la región de Nagorno-Karabaj, firmaron en agosto en la Casa Blanca un proyecto de acuerdo de paz para acabar con el conflicto en el Cáucaso. La base del pacto es la creación de un corredor de tránsito sobre el que Washington obtuvo derechos exclusivos para desarrollarlo. Pero faltan todavía complejas negociaciones sobre espinosos asuntos constitucionales y territoriales antes de llegar a un acuerdo de paz completo.
Y en el 2020, Serbia y Kosovo firmaron en la Casa Blanca un acuerdo de normalización económica, en presencia del presidente estadounidense. Pero no se trata de un acuerdo de paz, y el diferendo político sigue siendo profundo entre los dos países de los Balcanes.
Por todo ello, las afirmaciones de Trump de haber puesto fin a ocho guerras son las de una presidencia que se atribuye victorias trascendentes que al final son menos de lo que parecen y que quieren lograr réditos económicos en esas zonas en conflicto. Trump busca acuerdos rápidos y mediáticos que no abordan las raíces de esas guerras y deberá esperar para lograr el Nobel de la Paz, recordando además que en esos conflictos no ha promovido ningún tratado formal de paz y que los éxitos que se atribuye son acuerdos temporales que mantienen las tensiones abiertas.