Comer bien y la dieta

Un grupo de trabajadores de cuello blanco de una multinacional sale a comer. En el restaurante, uno saca una balanza de la mochila y pesa un plátano que acaba de pelar. Le corta dos dedos y lo tira junto con la piel. Abre un táper con arroz y pechuga de pavo y se dispone a comer. Esta escena, totalmente real, me la contaban esta semana hablando de Navidad y las dietas.

La terraza de un restaurante en la plaza independencia de Girona

 

ACN

Este chico, rozando la treintena, ha sacado esta dieta, en la que lo pesa todo hasta el último gramo, de una red social. Un gurú en el que confía le ha vendido que es el último grito para tener cuerpo de dios griego y estar sanísimo. Por seguirla se ha saltado la cena de empresa y las cenas con amigos. Hace dos años que carga con la balanza a todas partes. Dos años.

Siguiendo a un gurú de una red social, hace dos años que carga con la balanza a todas partes

Las noticias sobre lo que comemos y cómo afecta a nuestra salud dibujan un panorama muy contradictorio. Por un lado, hay más información que nunca de las necesidades del cuerpo en las distintas edades. De la importancia de la dieta combinada con el deporte, de qué tipo de actividad física conviene más. De los peligros de determinadas grasas y del abuso de sal y azúcar, especialmente en algunos productos industriales, y de cómo afectan a niños, enfermos y mayores. Pero las estadísticas son tozudas: nunca como hoy había habido tanto sobrepeso y obesidad, que llega al rango de epidemia entre los pequeños. Normal ante un hecho que provoca escalofríos: es mucho más caro comer bien (fruta y verdura frescas, más pescado que carne y lácteos simples) que mal (ultracocinados cargados de calorías y golosos productos llenos de azúcar). Detrás de muchos sobrepesos se esconde la pobreza.

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Y ante esto está el perejil en todas las salsas: las redes sociales llenas de indocumentados que pontifican desde la ignorancia más inocente o la más crematística. En la era de la individualidad y la muerte de la confianza en el prójimo, nadie nos tiene que decir cuánto alcohol tenemos que beber y seguro que encontramos algún influencer que asegura que no hay para tanto. Y así acabas con una balanza en la mochila.

Que quede claro que esta columna no les quiere amargar los ágapes que vienen, solo intenta reflexionar en compañía. Feliz Navidad.

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