El populismo de los extremos

Las Claves

  • La ruptura con Estados Unidos y el avance de Putin en Ucrania representan graves amenazas para la estabilidad de la Unión Europea.
  • El auge de nacionalismos económicos y populismos autor

Una situación desfavorable para la continuidad de la Unión Europea en su forma actual consistiría en el quiebre político, militar y financiero con Estados Unidos. Resultaría sumamente perjudicial, asimismo, que Putin lograra establecer sus términos en el conflicto de Ucrania y retuviera una fracción o la integridad de la región donde se desarrolla una contienda desde hace cuatro años con cientos de miles de rusos y ucranianos fallecidos debido a las operaciones bélicas de las dos partes.

Existen un par de conjeturas factibles a las cuales se podría sumar la fragilidad interior de Europa, la cual se hallaría vulnerable si Rusia llegara a traspasar los límites de una nación de la OTAN bajo la justificación o el argumento de recobrar dominios que previo a 1991 integraban la Unión Soviética, tales como las tres repúblicas bálticas, o funcionaban como satélites de Moscú, como Polonia, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Bulgaria y los demás países que se encontraban vinculados al Pacto de Varsovia.

An European Union flag flutters outside the EU Commission headquarters in Brussels, Belgium, January 12, 2016. REUTERS/Francois Lenoir

 

Francois Lenoir / Reuters

Resulta estéril aventurar pronósticos acerca de lo que traerá el 2026, un periodo que arranca con señales de conflicto mediante proyectiles, drones, buques militares y disputas de aranceles que avivan los retrógrados nacionalismos de corte económico. El relato histórico se construye a partir de eventos inesperados y elementos fortuitos.

Un siglo atrás resultaba difícil imaginar que la República de Weimar, surgida de los restos de la derrota de Alemania en la Gran Guerra (1914-1918), se convertiría en un foco de rencores y desquites tanto para la Alemania derrotada como para la Francia triunfante. Resultaron inútiles los avisos de Keynes en su corto escrito acerca de las consecuencias económicas de la paz.

La II Guerra Mundial encontró sus raíces distantes en un tratado de paz gestionado torpemente y falto de justicia. El pacto de 1918 alcanzado en el renombrado vagón del bosque de Compiègne constituyó un remedio precario que incrementó el caos y la desconfianza tras la debacle de 1929. El pánico se sentía en el aire y las sombras del fascismo primero y del nazismo después capturaron el mando en Roma y Berlín gracias a la colaboración del sector industrial alemán y a la eliminación del tejido de partidos que, aun con sus carencias y equivocaciones, sostenían un mínimo orden democrático durante una crisis de tintes terminales.

Europa necesita impulsar un mañana exento de enfoques fantasiosos o pesimistas donde sea factible coexistir sin experimentar segregación.

Aquel distanciamiento conceptual y de ideas de una Europa atrapada en sus dilemas, en su exceso de trámites y en la ineptitud para actuar velozmente frente a las dificultades de una globalización desenfrenada, la cual no es administrada por representantes públicos sino por los actuales multimillonarios del sector técnico que moldean una realidad desprovista de facciones y de sentimientos.

Esa minoría poseedora de vastos capitales que hoy financia el avance disruptivo de la inteligencia artificial maneja la información ciudadana y cuenta con la facultad de alterar las emociones colectivas que acaban expresándose en los comicios. Los populismos radicalizados intentan forjar comunidades donde el disenso, la pluralidad de pensamientos, la autonomía del individuo y una moralidad humanista volcada hacia la equidad y los desprotegidos resulten desplazados por mandos autoritarios.

En naciones autocráticas donde ya se encuentran presentes, así como en los sistemas democráticos liberales en los que centros de experimentación social intentan eliminar las divergencias que han moldeado nuestro pasado, nuestra identidad cultural, nuestros templos, nuestros camposantos y las paradojas inherentes a un régimen de derechos que ha permitido alcanzar, entre diversos avances, la Europa social y la consideración necesaria hacia la integridad de las personas sin importar etnias ni convicciones.

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Lluís Foix
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Por más de una centuria, Estados Unidos ha funcionado como el escudo que nos ha resguardado de nuestros viejos temores de violencia indiscriminada para terminar con las conflagraciones mundiales gestadas en Europa.

No consiste –dado que resulta imposible– en modificar lo ocurrido, sino en optimizar la actualidad y forjar un porvenir digno para todos, sin quimeras ni catástrofes, donde cada uno viva según sus creencias respetando las ajenas. Europa debe combatir en múltiples ámbitos con mayor empeño, eficiencia y apoyo mutuo interno y externo, estableciendo una postura unida con Estados Unidos, Australia, Canadá y el continente latinoamericano. La pugna no es solo técnica y bélica, sino también cultural y ética.

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