Qué Oriente Medio

Qué Oriente Medio

EL17 de diciembre del 2010,Mohamed Buazizi, de 26 años, comenzaba a preparar su puesto de verduras en la plaza principal de su pueblo, Sidi Buzid, situado en el centro de Túnez, cuando la policía le exigió dinero para que pudiera seguir vendiendo. Buazizi se negó y fue abofeteado. Desesperado, el joven tunecino se inmoló y murió el pasado 4 de enero. La protesta por su muerte fue el inicio de las revueltas populares árabes.

Los acontecimientos se precipitaron por el norte de África hasta llegar al golfo Pérsico. Han sido derrocados dos presidentes –Ben Ali en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto–; Libia se ha instalado en una guerra civil en la que interviene la comunidad internacional; en Siria, el presidente Bashar el Asad intenta sofocar a sangre y fuego el más grave desafío al que se ha enfrentado el régimen baasista, en el poder desde 1963; Yemen es escenario de un desigual enfrentamiento entre la oposición y el presidente Saleh, que manda desde hace 32 años; en Bahréin, la minoría suní reprime con la ayuda de Arabia Saudí la revuelta de la mayoría chií, que se considera discriminada; en Omán, que se tenía por un oasis de estabilidad, el sultán ha recurrido a la fuerza para acallar la protesta, y en otros países, como Marruecos, Argelia, Jordania, Kuwait y Arabia Saudí, los dirigentes –monarcas o presidentes– se han visto obligados a anunciar ciertas reformas para aplacar los ánimos de unas poblaciones hartas de corrupción y ausencia de futuro. El mapa se complementa con la muerte, a manos de un comando estadounidense, de Osama bin Laden, líder de Al Qaeda e instigador de los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Estamos, pues, ante el mapa de otro Oriente Medio, pero aún no es posible determinar qué Oriente Medio surgirá de unos acontecimientos que mantienen en vilo a los países europeos vecinos, así como a Estados Unidos, que desde hace más de medio siglo, desde la crisis de Suez de 1956, ha sido el poder predominante en la región. La esperanza de los occidentales de que el derrocamiento de las autocracias sea el principio de un proceso democratizador se ve contrarrestada por el temor a que la desestabilización política incendie de nuevo la región y dispare la inmigración.

El cambio árabe aún está pendiente. Primero, porque hay países en los que los autócratas resisten. Segundo, porque quienes han anunciado reformas aún deben superar la prueba de los hechos. Y tercero, porque donde el autócrata ha caído, como en Túnez y Egipto, los acontecimientos preocupantes se suceden. Al menos doce personas resultaron muertas el pasado fin de semana en El Cairo en unos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, y la lenta reacción de la policía hace temer un clima de inseguridad ante las próximas campañas electorales.Yen Túnez, el Gobierno ha decidido declarar el toque de queda.

En términos generales, y a pesar de que las revueltas populares no han sido impulsadas por los movimientos islamistas, lo cierto es que el paso del tiempo ha demostrado que es el islamismo, y no las incipientes fuerzas demócratas y liberales, el que está mejor organizado, como ocurre en Egipto. Y, además, existe el peligro de una involución, como se apunta en Túnez, donde un ex ministro ha hablado de la posibilidad de un golpe si los islamistas ganan las elecciones del 24 de julio. Oriente Medio, pues, ha cambiado, pero todavía no se sabe qué Oriente Medio será el que se anuncia.

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