Los mercados, como hacen los matones de las películas de serie B, nos defienden de sus propias amenazas e imponen su voluntad sin llegar a ejecutar nunca la acción violenta. Tienen el poder económico y también la fuerza bruta que utilizan contra aquellos que definen como enemigos. Algún tipo de sanción debería imponérseles, al menos el repudio o el ostracismo, apearlos del lugar de privilegio y prestigio del que se han apropiado tan indignamente, sacarlos de los gobiernos democráticos y que estos puedan hacer la política en defensa de la justicia distributiva, que es el único objetivo legítimo de la actividad económica. Los norteamericanos, también los europeos y el civilizado Occidente en general, necesitamos menos ideología (del mercado) y más razón (de la política); podemos crecer menos, incluso decrecer, y, a pesar de eso, repartir la riqueza a través del trabajo de una forma más racional. Sabemos que nos necesitan tanto o más que nosotros a ellos, su ventaja es el miedo.
Luis Fernando Crespo Zorita
Alcalá de Henares