La columna “Máster de vendedores”, de Màrius Serra (Opinión, 28/IV/2025) me ha recordado a dos chavalines que tenían seguro ese máster. Uno de ellos, un día de Sant Jordi, me ofreció rosas de color variado para que comprara una, y ante mi duda, me soltó: “Coja esta blanca, ¡es hermosa como usted!”. Y la segunda, una niña amiguita de mi hijo, que siempre aparecía hacia final de mi jornada laboral y me ofrecía las rosas de plastilina que nadie había comprado. Eran maravillosamente imperfectas y yo compraba dos o tres. Total, la perfección no es una de mis virtudes.
Cloti Márquez Velasco
Badalona
Mostrar comentarios