Recuerdo, siendo un niño, la final del Mundial de fútbol en Argentina. Ganó una
nación tomada por militares y con más de 30.000 desaparecidos en apenas siete años. Después llegó la democracia, con varias asonadas militares de los llamados caras pintadas, los juicios a las juntas, el encarcelamiento o arresto domiciliario de las principales figuras de un régimen odioso. Ahora, contra toda lógica histórica o precisamente a favor de esta, el país se ha constituido en uno de los mayores defensores de la jurisdicción universal absoluta acuñada en su Constitución, donde, sin importar la inexistencia de puntos de conexión, un crimen internacional puede llevarse a las cortes argentinas en su versión federal de apelación con nuevos jueces, como acaba de pasar con la comunidad uigur.
Argentina y su Constitución tienen en sus manos oír y escuchar a víctimas de crímenes atroces y presionar para que los crímenes de Estado se juzguen. Cómo hemos cambiado para bien, mi querida Argentina.
Luis Peraza Parga
San Diego (California)