Mientras Afganistán sufre una de las mayores brechas de género del planeta, el mundo guarda silencio. El reciente informe de la ONU revela que casi ocho de cada diez jóvenes afganas están excluidas de la educación, la formación y el empleo. La participación laboral femenina es apenas del 24%, frente al 89% de los hombres. En el otro extremo está Islandia, que lidera por decimoquinto año consecutivo el Índice Global de Brecha de Género, con una igualdad cercana al 91%. Allí, la paridad es política de Estado. En Afganistán, la desigualdad es ley impuesta por el miedo. Las mujeres realizan el 74% del trabajo doméstico no remunerado. Los hombres, solo el 3%.
Lo dramático no es solo la situación, sino su invisibilidad. El olvido mediático condena a millones de niñas y mujeres a una vida sin voz ni oportunidades. Sin foco, no hay presión política ni recursos.
Publicar estos datos, contrastarlos, escuchar a mujeres afganas y a quienes las apoyan desde oenegés sobre el terreno puede marcar la diferencia. Visibilizar salva vidas; callar también es tomar partido. Hay historias femeninas de este país que nunca aparecerán en Netflix.
Pedro Marín Usón
Zaragoza