Leyendo el artículo “Los jabalíes que no temen a los lobos” (Vivir, 21/VII/2025), recuerdo un hecho singular de años atrás que puede ser interesante de llevar a cabo. Un vecino cierto día me preguntó qué hacía con los cabellos que cortaba (me dedico a la peluquería), a lo cual contesté que iban directos a la basura. Sonrió y me animó a que se los guardara. Claro, encantada. A cambio de saber en qué iba a utilizarlos. Me contó que rodeaba las tierras de su huerto con el cabello y había comprobado que los jabalíes al olerlo no se acercaban y no tenía que utilizar trampas más insidiosas.
No sabría decir si aún hoy los jabalíes temerán nuestros olores, pero es una buena idea nada dañina. El cabello es biodegradable y ver la tierra decorada con ellos tiene su gracia.
Cinty Alfonso Núñez
L’Escala