Me alegra que la K-culture, en general, y la hallyu (K-pop, K-beauty, K-drama), más concretamente, arraiguen en Barcelona, como he leído en este diario. Corea del Sur es más que tecnología y automoción y conozco bien el esfuerzo que los surcoreanos han hecho desde los JJ.OO. de 1988 hasta hoy.
Este proceso se inició ya en la época en la que viví en Seúl (1993-1997) y que coincidió con algunos hitos de los que fui testigo. El primero, la presidencia de Kim Young Sam (1993-1998), primer presidente civil desde que se instauró la dictadura militar en 1961. El segundo, la crisis nuclear que vivimos (1993-1994) cuando Corea del Norte anunció su deseo de abandonar el tratado de No Proliferación Nuclear. A finales de 1993, hubo una gran tensión entre ambas Coreas, suavizada por la visita del expresidente norteamericano Jimmy Carter, enviado en secreto por Bill Clinton para negociar con Kim Il Sung, el líder de Corea del Norte. Y el tercero, relacionado con esa figura, en julio de 1994 moría Kim Il Sung en Pyongyang, dejando en el ambiente una atmósfera de gran incertidumbre, que después se acabaría disipando con la firma, en octubre de 1994, de un acuerdo marco entre EE.UU. y Corea del Norte.
Desde entonces, en Seúl, volvimos a dormir con relativa tranquilidad.
Moisés Stanckowich Isern
Viladecans