Desde hace ya algunos años, las temperaturas en la costa mediterránea (básicamente edificada con apartamentos construidos hace algún tiempo y sin ningún tipo de aislamiento ni, por supuesto, climatización) superan los 35 grados y durante periodos prolongados. Las tradicionales semanas en la playa se están convirtiendo en experiencias cercanas a los infiernos de Dante. Si se añade algún episodio de sequía prolongada o incendio, el lugar deseado se convertirá en un erial cercano a la costa.
Como sociedad, hemos de preguntarnos si este tipo de vacaciones es sostenible e incluso saludable. Difícilmente se podrán adaptar toda la construcción e infraestructuras a la nueva realidad climática y, aunque se pudiera, ¿quién lo pagaría para usarlo unas semanas al año?
Ramon Pijoan
Barcelona