En el pasado recuerdo haber leído sobre el nacionalismo sentido que profesaba el doctor Ramón y Cajal. El otrora brillante científico, tal como explica Juan José López Burniol en “El Desastre final”(13/IX/2025), encajó con dolor intenso la pérdida de Cuba. Ello fue poco antes de la independencia de Noruega y, al contrario de lo acontecido con la colonia española, esta se hizo de forma pacífica y pactada, dejando que los noruegos votaran, sin intentar imponerse por la fuerza. Se evitó una guerra. Al científico español ese proceder le parecía inaudito y absurdo, así que cuando Suecia le otorgó el Nobel de Medicina, aprovechó el momento en la mesa, con sus comensales, para abroncarlos. Les arengó su falta de coraje y les recordó que España acababa de perder Cuba y que, pese a todo, nunca se les pasó por la cabeza rendirse sin más.
Los allí presentes le escucharon pacientemente y cuando hubo acabado su soflama uno de ellos le contestó: “Verá, doctor, es que es lo que los noruegos querían”. Sencilla y deliciosa respuesta.
Marc Franco Puig
Barcelona