Una vez más, el Gobierno español aprueba una nueva normativa antitabaco con la intención de limitar su consumo: más espacios sin humo, más restricciones y nuevas campañas de concienciación. Sin embargo, parece que todo el mundo pasa de puntillas sobre la evidente contradicción detrás de todas estas medidas. Si el tabaco es tan perjudicial, que lo es, ¿por qué no se prohíbe su venta por completo? La respuesta es muy sencilla: el tabaco genera miles de millones en impuestos que el Estado no está dispuesto a perder. Se castiga al fumador, se endurecen las normas, pero se mantiene intacto el negocio que enriquece las arcas públicas. Es incoherente que se trate el tabaco como una droga legalmente tolerada mientras se presume de políticas sanitarias responsables. O se protege la salud pública o la recaudación. Todo a la vez es pura hipocresía.
Àlex Mulet Josa
Barcelona