En España, tener hijos parece un acto de resistencia. Las familias numerosas nos encontramos con un panorama desolador: los pisos amplios son prohibitivos y, cuando surge una oportunidad, los propietarios limitan el número de inquilinos (“máximo cuatro personas”, incluso en viviendas de tres habitaciones), como si los niños fueran un estorbo.
La sociedad ha caído en un aura de egoísmo, maquillado con palabras como tolerancia o respeto . A quienes decidimos formar una familia se nos castiga. No hay acceso a una vivienda que podamos compatibilizar con el esfuerzo económico, emocional y personal de educarlos y darles una infancia digna y feliz. Mientras criar hijos sea casi un privilegio, el futuro seguirá desmoronándose en silencio.
Marta Cabot Serra
Barcelona