Como gimnasta retirada, siento orgullo y frustración. Orgullo por los logros del conjunto español, campeón de Europa en el 2025 y bronce mundial en Río. Frustración porque, tras esas medallas, hay un sacrificio invisible: entrenamientos extenuantes, presiones constantes sobre el cuerpo y la alimentación, y un silencio persistente sobre los problemas emocionales que muchas gimnastas afrontan.
Mientras el deporte masculino recibe atención y análisis, el femenino apenas ocupa titulares, salvo cuando gana. La desigualdad se manifiesta también en la falta de cuidado hacia la salud física y mental de las deportistas. Reconocer ese esfuerzo sin romantizar el sufrimiento es una forma de justicia. Si queremos inspirar a nuevas generaciones, mostremos todo: el talento, la disciplina… y también las renuncias, que no deberían quedar ocultas.
Julia Galera
Madrid