Salud desatendida
El agua con la que me ducho por las mañanas. La bollería industrial que evito comer en el desayuno. El casco que mi padre debe ponerse obligatoriamente para trabajar o la vacuna contra la neumonía que en breve tendrá que recibir mi abuela. Los resultados de una mamografía, para que mi madre pueda estar tranquila sabiendo que no va a desarrollar un tumor (o para poderlo frenar a tiempo). Todo esto es salud pública y, sin embargo, no supera el 2% del presupuesto total destinado a salud.
Y no es suficiente.
No es suficiente para intentar que la salud mental de los jóvenes no esté bajo mínimos. No es suficiente para que nuestro código postal no determine nuestro bienestar. No es suficiente para que esto deje de ocurrir.
Desde que he entrado al mundo de la salud pública, he visto aún más la necesidad de pensar en comunidad, de cuidarnos (y que nos cuiden) colectivamente. Siento que se ha llegado demasiado tarde a demasiadas cosas.
Tatiana Sandoval Culebras
Cunit