Parecido a un milagro

Dicen que en junio de 1816, en Roma cayó nieve rosa. Que en Asia el monzón se alteró y trajo inundaciones devastadoras, y que en Norteamérica la sequía hizo otro tanto. Aquel año sin verano fue el catalizador de una de las obras más influyentes de la modernidad: Frankenstein o el moderno Prometeo . Hoy, Guillermo del Toro recoge el testigo de Mary Shelley­ y teje su universo estético tan preciso como hipnótico. Nos introduce en la historia a los hombros de un gigante, Frankenstein, que en el fondo solo quiere alguien que le acompañe.

Las obras nos llegan cuando deben. Esta lo hizo hace unos días, justo cuando descubrí, a mis treinta, que según la neurociencia esta es la edad en que se consolida la moralidad: ese umbral entre lo que está bien y lo que no. Del Toro compone con sus personajes una muestra de que, en la vida, recogemos dos o tres amores, cinco o seis sueños, algunos dolores y la transitamos, porque “mientras estés vivo, ¿qué más puedes hacer que vivir?”. Hay una respuesta. Ante la pérdida de la inocencia, el amor. Es lo más parecido que tenemos a un milagro.

Alex Tiraplegui

Pamplona

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