La semana pasada me tocó uno de esos placeres de la maternidad actual: acompañar a mis hijas al concierto de Anuel en el Palau Sant Jordi. Una piensa: “Quizá entienda qué ven en esto”. Salí confirmando lo que temía y peor. El artista llegó con una hora y media de retraso y se fue tras seis o siete canciones contadas. Profesionalidad nula, respeto inexistente. Y las letras: violencia, sexo explícito y desprecio hacia las mujeres. Todo normalizado ante miles de menores.
Lo que más me inquietó no fue solo él, sino la falta de indignación general. ¿El conformismo es el valor que define a esta generación? ¿Aplaudir cualquier cosa con tal de pertenecer? La organización tampoco tiene excusa: entradas carísimas, plantón monumental y ninguna compensación. Una estafa.
Yolanda Navas Puig
Barcelona