Los políticos actuales parecen tomar al ciudadano de a pie por un tonto útil al que primero se estresa y luego se gobierna según cómo responda. Un día, la ministra de Trabajo se levanta con el mantra de imponer la jornada laboral de 37,5 horas a costa de la empresa independientemente de su tamaño; después, la propuesta es tumbada en el Congreso por fuerzas opuestas y enfrentadas. La ministra de Hacienda quiere imponer el sistema de verificación de facturas a partir del 1 de enero, pero un mes antes de su entrada en vigor y tras el revuelo en las redes, el Consejo de Ministros decide posponerlo un año. Mientras tanto, los trenes de cercanías van a su hora, no a la hora real, y no se aprueban nuevos presupuestos, sino que simplemente se prorrogan los anteriores. Y la oposición ni está ni se la espera.
Jordi Font Soriano
Barcelona