Incentivos para el pueblo

Durante la pandemia muchos pensamos que algo podía cambiar. Que la vida en los pueblos iba a recuperar valor. Que la gente se mudaría de las ciudades, que nuestros pueblos dejarían de vaciarse. Parecía el momento perfecto. Un respiro para replantearnos prioridades, para elegir tranquilidad y espacio en lugar de ruido y aglomeraciones. Pero no pasó.

No basta con querer, necesitamos incentivos como transporte digno, servicios de salud y educación que funcionen; conexiones que nos acerquen en lugar de aislarnos. Sin eso, mudarse al pueblo no deja de ser un riesgo.

Quizá el problema no sea que nadie quiera volver, sino que nadie puede hacerlo. Los pueblos siguen vacíos, las calles mudas, y con ellas se va una parte de nuestra historia y nuestra identidad.

Judith Alba

Barcelona

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...