La ONU nos recuerda que la contaminación del aire en las ciudades sigue siendo una de las mayores amenazas para la salud humana y su alerta no puede pasar desapercibida. Vivimos en urbes que son responsables de gran parte de las emisiones nocivas que ponen en riesgo no solo el clima,
sino la salud de millones
de personas. Es paradóji-
co: las ciudades son motores de desarrollo, pero
también focos mortales.
No basta con medir partículas tóxicas ni con campañas simbólicas.
Necesitamos transformaciones reales: zonas de bajas emisiones, redes de transporte público más eficientes, más zonas verdes y, sobre todo, voluntad política. Las ciudades deben dejar de ser un espacio de especulación ilimitada para convertirse en un refugio de vida digna. Si no hay un cambio, corremos el riesgo de sostener desarrollos urbanos que matan lentamente. Exigir aire limpio no es un capricho, es una urgencia moral.
Pedro Marín Usón
Zaragoza