Hay un misterio aparentemente simple que se repite cada año: ¿por qué tanta gente vuelve a ver las mismas películas como si fuera un ritual? ¿Por qué, cuando llega la Navidad, millones de personas reviven Harry Potter como si fuera la primera vez? La respuesta no es solo nostalgia; es necesidad. Volver a ver una película conocida es una forma de refugio.
En un mundo acelerado, hay una extraña paz en regresar a una historia en que lo sabemos todo: qué pasará, qué sentiremos, incluso en qué momento nos emocionaremos. No hay sorpresas, y precisamente por eso hay confort. Es una manera de decirnos: “Aquí, todo está bajo control”. También hay otro ingrediente: verlas se ha convertido en una tradición moderna. Igual que poner el árbol o preparar el caldo de Navidad, volver a Hogwarts por Navidad es un gesto que compartimos con familia, amigos o parejas. Nos conecta, crea recuerdos comunes, y eso, en realidad, es una forma de afecto.
Lara Otero Edo
Puig-reig