Donald Trump está desatado. Como si le hubieran dado cuerda, como al conejito tamborilero de Duracell, no para de dar titulares cada vez que abre la boca. Primero quería quedarse con Groenlandia y Canadá, después lanzó su plan para convertir Gaza en una especie de complejo vacacional de lujo sin dar derecho a los palestinos ni siquiera a trabajar de camareros y, esta semana, la ha tomado con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, a quien acusa de "dictador" y de haber provocado la guerra de Ucrania. En cambio, sus enviados trumpianos se han hecho fotos en Riad, con y sin velo, con sus colegas rusos y han jugado, al estilo Stalin y Roosevelt, a repartirse el pastel de la riqueza que le queda a los ucranianos con el pretexto de conseguir así “la paz”. En Arabia Saudí, tierra de desierto y espejismos, todo cabe. Y el mensaje que los trumpianos y putinianos han lanzado a los ucranianos y al mundo es, sin ningún pudor, que solo se acabarán los tiros a cambio de expoliarles sus recursos naturales.
Hay que reconocer que Trump está cumpliendo con las expectativas. Y, a la espera de que se instaure el Oscar al mejor papel de bufón, el cine español perdió la oportunidad de premiarle en la última edición de los Goya. En cambio, prefirieron honorar a Richard Gere, el guapo eterno de Pretty Woman y Oficial y Caballero, que, además, es crítico con Trump: “Ahora vivimos de forma aislada. Procedo de un lugar que ahora es algo oscuro, los Estados Unidos, donde un matón es el presidente”.
Está claro que el trumpismo aún no ha iniciado la fase final del nuevo macartismo, que consistirá en una nueva caza de brujas que afectará en buena medida a los intelectuales, artistas, periodistas o actores. Es inevitable que acabe pasando. Es un estadio más entre las etapas de instauración de esta dictadura encubierta en EE.UU., donde es muy posible que, por lógica histórica, comience la persecución de cualquier adversario del trumpismo bajo acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria. Así pasó entre 1950 y 1956, de la mano del senador republicano Joseph McCarthy.
Estos días se viene hablando de una reedición de la conferencia de Munich de septiembre de 1938 (cuando se cedió a la Alemania nazi la región checoslovaca de los Sudetes) o de la conferencia de Yalta de 1945 (cuando se certificó el comienzo de la Guerra Fría). Así que no tardaremos en ver cómo rebrota el macartismo en los Estados Unidos de Donald Trump.
A la espera de que se desencadenen nuevos acontecimientos y de que en la Unión Europea decidamos qué papel queremos jugar (antes de que nos echen definitivamente del tablero), habrá que estar atentos a otra posible consecuencia de la política trumpiana: el boicot a los productos made in USA. En Canadá, ya se está notando, por ejemplo, con los vinos y cervezas. ¿Y si en la UE se lanzara una campaña para que consumamos solo productos autóctonos? Quizás podríamos prescindir de la Coca Cola, pero, ¿seríamos capaces de dejar de ver películas de Hollywood? ¿Qué pasaría con Netflix, Amazon, Facebook, HBO, Max o Disney?... Buena parte de la industria que nos entretiene y que nos hace marear la perdiz cada día en las redes sociales proviene de los Estados Unidos.
No olvidemos que incluso el cine es otro factor propagandístico para cualquier régimen doctrinario. El reaganismo impulsó un tipo de películas de acción que quisieron hacer a América grande otra vez. Sí, el Make America Great Again de Trump ya lo llevó a la pequeña y a la gran pantalla otro presidente actor, Ronald Reagan, quien ocupó la Casa Blanca entre 1981 y 1989. Gracias a él nació la saga de películas de Rambo, que acababa con el victimismo crítico de la derrota de la Guerra de Vietnam. Hoy en día, Elon Musk es el Sylvester Stallone de Trump, como se ha certificado esta semana en la entrevista conjunta con la que nos han obsequiado en Fox News. El mundo está cambiando vertiginosamente, pero, en realidad, avanza involucionando. Y para aquellos que solo les quede el recurso de rezar, incluso el Papa Francisco se ha puesto enfermo. ¡Que el trumpismo nos coja al menos confesados!

Las tres Tietes de Susi Chin acompañando a Carolina Yuste (Goya a la mejor actriz) en la entrega de premios del cine español.
