* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Estas fotografías, tomadas para Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia en el Val d' Aran, congelan un instante de serenidad, de contemplación. Los sujetos, un ternero con esa mirada curiosamente tímida, representa la esencia misma de la vida joven, llena de potencial. La siguiente instantánea muestra dos terneros tumbados con mirada perdida en estado de meditación.
Como fotógrafo amateur mi objetivo era capturar esa belleza efímera, la delicadeza de sus cuerpos medio ocultos por la maleza.
Sin embargo, estas imágenes también son el punto de partida ideal para una reflexión incómoda pero necesaria que desafía nuestra terminología cotidiana. ¿A qué nos referimos cuando pedimos “carne de ternera” en la carnicería?
Equivocadamente, muchos asocian la palabra “ternera” con la hembra de la vaca, pero la realidad del plato que llega a nuestra mesa es mucho más compleja y, a menudo, más trágica para el protagonista.
El término “ternera” se ha generalizado en el lenguaje culinario para designar la carne de bovino joven, independientemente de su sexo. Es un término comercial que apela a cualidades percibidas como suavidad y fineza. No obstante, etimológica y biológicamente, una ternera es la hembra joven que no ha parido, destinada principalmente a la reposición del rebaño lechero o, en su caso, a la producción de carne de mayor edad.
La carne que culturalmente conocemos como “de ternera” proviene predominantemente de terneros machos, como los de la fotografías. Estos animales, a menudo subproductos de la industria láctea (donde solo se necesitan hembras para la reposición), son sacrificados a una edad muy temprana, generalmente entre los 4 y 8 meses de edad, antes de que desarrollen una musculatura firme. Es esta juventud extrema la que proporciona esa textura “melosa”, pálida y tierna tan valorada.
Estas fotografías, entonces, son más que la imagen de un animal bonito. Es un recordatorio visual del origen de nuestros alimentos. Nos invita a cuestionar el lenguaje que enmascara realidades y a ser más conscientes de las implicaciones de nuestras elecciones alimentarias.
Dos terneros tumbados con mirada perdida en estado de meditación.
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