* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
En el corazón del Rodenal del Cabriel, cerca de Pajaroncillo (Cuenca), se alza un conjunto de ruinas que encierra una historia turbulenta. Este enclave, que hoy encarna el romanticismo de las ruinas de la España despoblada, fue en distintas épocas un motor económico, un refugio de guerra y un bastión militar en la lucha contra los maquis.
La decadencia final del poblado se produjo en la década de 1990, cuando sus últimos habitantes lo abandonaron, dejando sus viejas estructuras a merced de la naturaleza. Antiguas casonas de El Cañizar, un pueblo conquense abandonado que fue centro resinero, hospital de guerra y cuartel.
Detalle de las ruinas de El Cañizar, pueblo abandonado de Cuenca que fue hospital (1936-1939) y cuartel de la Guardia Civil (década de 1940).
De la explotación resinera a las casonas
El origen del poblado está íntimamente ligado a la riqueza forestal de la zona. Se creó para explotar la resina de los extensos pinares, albergando una fábrica para el procesamiento del producto y un núcleo de viviendas para sus trabajadores.
Entre los escombros de la memoria y la roca inmutable.
La prosperidad que generó esta industria se manifestó en el paisaje: en la zona alta de la montaña se construyeron casonas señoriales de gran tamaño y robustez, que contrastaba con las estructuras industriales más modestas del llano.
El olvido tiene nombre: El Cañizar, lo que fue un hogar en la Serranía de Cuenca, hoy es un retrato de la España vaciada.
Último peldaño al recuerdo. La escalera de una de las casas de El Cañizar, un pueblo abandonado en Cuenca, resiste el olvido.
El hospital del frente de guerra (1936-1939)
La Guerra Civil Española marcó el primer gran cambio de destino del enclave. Debido a su ubicación estratégica cerca del feroz frente de Teruel, las casonas de mayor extensión fueron reconvertidas en un sanatorio u hospital de campaña.
Durante el periodo crucial de 1937 y 1938, se dedicaron a atender a los heridos de guerra que llegaban desde el frente. Este uso militar es la razón por la que mucha gente lo conoce como el “hospital abandonado”.
Cuando la naturaleza reclama lo suyo. Las ruinas de El Cañizar en Cuenca, donde los muros se abren para dar paso a la vegetación y al paso del tiempo.
Ruinas de El Cañizar.
El cuartel de la posguerra para vigilar al maquis
La función militar del poblado continuó una vez finalizado el conflicto. La Serranía de Cuenca se convirtió en un área clave para las guerrillas antifranquistas, conocidas como el maquis. Para contrarrestar esta actividad y asegurar el control del territorio, se instaló un destacamento de la Guardia Civil en las mismas casonas.
El rodenal de Pajaroncillo, custodio de secretos y testigo de la historia. Un paisaje majestuoso de la Serranía de Cuenca, pegado a El Cañizar, que fue refugio y tierra de maquis
Durante la década de 1940, el enclave operó como un cuartel estratégico, convirtiéndose en un punto vital de la vigilancia del Estado en la retaguardia de la guerra.
La herencia del silencio
El poblado, que en su día fue un hervidero de actividad —el olor a resina en el aire, el ajetreo del hospital de guerra y la severidad del cuartel—, hoy ofrece un contraste sobrecogedor. Es un lugar donde el pasado es tangible en cada muro de piedra.
El Cañizar, en estado de abandono.
Las ruinas de estas casonas señoriales nos recuerdan que la historia no solo se cuenta en grandes capitales, sino también en los rincones olvidados de la geografía rural.
Donde antes había vida, ahora solo quedan recuerdos. La belleza desolada del poblado de El Cañizar, con las peñas conquenses vigilando.
El enclave se ha convertido en un símbolo de la despoblación y, al mismo tiempo, en un santuario natural, donde la presencia humana se ha desvanecido para dar paso al vuelo de las aves rapaces. Recorrerlo es un ejercicio de memoria histórica y una invitación a reflexionar sobre la vida que el interior de España perdió.
El Cañizar es ejemplo de la España vaciada.
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