* La autora forma parte de la comunidad de lectores de Guayana Guardian
Este mes de agosto he visitado Uzbekistán haciendo noches en las ciudades de la antigua Ruta de la Seda: Tashkent, Fergana, Samarcanda, Bujara y Khiva.
La Ruta de la Seda atravesaba Asia Central y funcionó desde el siglo II a. Hasta mediados del siglo XV. La ciudad de Kokand fue el primer destino de la primera caravana china que transportaba seda en el año 121 a.C. La Ruta de la Seda, además de intercambiar mercancías, fue también una vía de intercambios culturales, filosóficos, científicos y políticos.
El plovo, un plato de arroz con verduras y carne, es el plato típico del país. La comida con frutas y verduras recuerda mucho al mediterráneo. El pan de Samarcanda es el pan tradicional en el país. Se come básicamente carne, ya que el pescado ha prácticamente desaparecido desde la desecación del mar de Aral. El algodón sigue siendo básico para su economía. Actualmente, el mar de Aral tiene una superficie muy pequeña en comparación con la inicial. Su lengua oficial es el uzbeko.
Vista de Khiva.
Destaca en su historia la época del emperador Genguis Kan con el Imperio Mongol y la época del conquistador Tamerlán o Timur con el Imperio Tamerlán. Las conquistas se hacían utilizando una gran brutalidad contra los adversarios.
Sin embargo y una vez consolidados en el poder, supieron promover la construcción de grandes y bellísimas madrasas, mezquitas y palacios.
Tashkent es la capital. Aunque su origen es del siglo II a. C. En Samarcanda destacan las madrasas de la plaza de Registán. Es la ciudad más conocida de la Ruta de la Seda. Pero la belleza de las construcciones también se encuentra en las ciudades de Bukhara y Khiva.
Mezquita en Tashkent.
Bujara parece conservar mejor la esencia de la antigüedad y Khiva tiene un casco antiguo que permite conocer bien cómo fue su arquitectura musulmana más antigua.
Noche en Bujara.
La artesanía se mantiene de generación a generación. En Samarcanda visitamos la fábrica de producción de papel más antigua de Asia Central. Allí pudimos ver cómo se hacían los tejidos de seda y se teñían de colores con los dibujos característicos de la zona. Lo mismo con el taller de cerámica que visitamos.
Por todo el país hemos visto cómo realizaban el arte de las pinturas en miniatura que después exponían en los mercados de las calles. A partir de un dibujo muy preciso las van pintando por capas con pinceles delgados y con gran habilidad manual.
Cae la noche en Samarcanda.
Recorrer estas ciudades históricas de Uzbekistán te hace situar en los cuentos de Las mil y una noches y en los viajes de Marco Polo. Son ciudades legendarias con una arquitectura monumental, llena de cúpulas de tonos turquesas, con altos minaretes, con exteriores e interiores decorados de formas ornamentales vegetales y geométricas, hechas de mosaicos vidriados pintados y dorados. Es un país de cuento.
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