Crisis de personas sin hogar en Australia
Lectores Corresponsales
Pese a tener una de las economías más prósperas del mundo, ciudades como Sídney, Melbourne, Brisbane y Perth registran un incremento sostenido de personas que viven en la calle o dependen de refugios temporales
Un hombre sin hogar ocupa un puesto en los mercados callejeros de Brisbane.
* El autor forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian
La crisis de personas sin hogar se ha consolidado como uno de los retos sociales más urgentes en Australia, especialmente en las principales capitales del país. Pese a tratarse de una de las economías más prósperas del mundo, ciudades como Sídney, Melbourne, Brisbane y Perth registran un incremento sostenido de personas que viven en la calle o dependen de refugios temporales. La situación se ha vuelto especialmente visible en los centros urbanos, donde organizaciones comunitarias alertan de un deterioro progresivo.
A diferencia de lo que ocurre en Barcelona, y otras ciudades globales, la población sin hogar en Australia no está compuesta mayoritariamente por inmigrantes. Por el contrario, la gran mayoría son ciudadanos australianos, muchos de ellos con vínculos previos en la propia comunidad.
Los expertos coinciden en que el fenómeno está estrechamente vinculado a problemas de salud mental no tratados, consumo problemático de sustancias y rupturas familiares, factores que se han intensificado en un contexto de falta estructural de vivienda asequible.
Capitales tensionadas por el precio de la vivienda
Sídney, Melbourne y Brisbane presentan algunos de los mercados inmobiliarios más caros del planeta. La escalada de precios ha expulsado a amplios sectores de la población de los centros urbanos y ha tensionado al máximo la oferta de vivienda social, con listas de espera que pueden prolongarse durante años.
Adelaida y Perth muestran una tendencia similar: un mercado saturado, una oferta pública insuficiente y una red de servicios sanitarios que no logra dar respuesta a la complejidad del problema.
La población sin hogar en Australia no está compuesta mayoritariamente por inmigrantes, sino por australianos
Incluso en ciudades regionales la tendencia es similar. En Gold Coast, a 100 km de Brisbane, es cada vez más común ver tiendas de campaña en la vegetación que bordea las hermosas playas de la ciudad. Muchas de estas personas llevan en esa condición más de 6 meses.
Los especialistas apuntan a un elemento central: En Australia, la falta de vivienda es, en gran medida, una crisis de salud mental. La fragmentación entre los sistemas de salud, servicios sociales y vivienda dificulta la intervención temprana.
Muchas personas en situación de calle sufren trastornos psicológicos graves que requieren apoyo continuado, algo que el sistema actual no garantiza.
Personas sin hogar en Martin Place, en Sydney.
Barcelona, otro escenario con dinámicas distintas
La realidad en Barcelona presenta un contraste notable. Aunque la capital catalana también registra un aumento de personas sin hogar, sus causas son más diversas. Una parte significativa de esta población procede de otros países, muchos con situaciones administrativas irregulares, lo que limita su acceso a recursos públicos. A ello se suman factores estructurales como la precariedad laboral, la presión turística y el encarecimiento sostenido del mercado de alquiler.
Barcelona cuenta, no obstante, con una red más consolidada de albergues y dispositivos municipales, así como con numerosas entidades que trabajan con perfiles específicos como jóvenes extutelados, solicitantes de asilo o personas migrantes en situación vulnerable. La salud mental es un factor relevante, aunque con un peso menor respecto al caso australiano.
Dos modelos urbanos ante un desafío común
Pese a las diferencias, tanto las capitales australianas como Barcelona se enfrentan a un desafío compartido: la incapacidad de los sistemas urbanos para responder a quienes quedan fuera del circuito laboral y residencial.
En Australia, la urgencia pasa por reforzar la salud mental y ampliar la vivienda social; en Barcelona, por consolidar políticas de acceso a vivienda asequible y mejorar la atención a personas migrantes y colectivos vulnerables.
La comparación evidencia que la falta de vivienda no es un fenómeno aislado, sino un síntoma de desigualdades profundas que atraviesan las metrópolis contemporáneas.
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