La poesía de Pedro Villarejo, escritura singular

La Mirada del Lector

Sus versos son a un mismo tiempo un comienzo y un fin, la tarde y la aurora, la dicha de un rico mar

Pedro Villarejo, sacerdote y poeta, acompañado de Ignacio Díaz Galán.

Pedro Villarejo, sacerdote y poeta, acompañado de Ignacio Díaz Galán.

Tomás Mielke / @t_mielke

* Los autores forman parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

Pedro Villarejo es el maestro vivo que más aprecio y admiro, el escritor contemporáneo que más me ha influido. Su escritura es para mí una fuente donde el agua no se cansa nunca porque puede ser otra y, de hecho, cambia en la mudanza ordinaria de las cosas. El verso puede ser perdurable, con fijeza de piedra, como figura de mármol. Lo eterno parece ser inamovible; pero la eternidad también puede entrar en las cosas sin nombre.

Digamos, simplificando, que hay dos tipos de sustantivos, adjetivos, pronombres y verbos. Del primer tipo son los conclusivos, los definitivos, los que dan la sensación de acabado y cierre; del segundo tipo son los abiertos, los indefinidos, los sugestivos, con la indeterminación ágil e inocente del esbozo.

Perdonad cierta insistencia en los conceptos con distintas palabras; la teoría es nueva y necesita su asentamiento. La mayoría de los elementos que usan los poetas son componentes enfáticos, definitorios, con aspiración lapidaria. Y es normal, porque lo que es acentuado suele tener mayor fuerza, ser más definitivo. Pero no siempre ocurre esto. La vaguedad bien empleada puede lograr un aire inigualable de definición, una atmósfera donde pueda flotar la tarde, un zaguán donde puede dormir el sol.

Hay que considerar que si un poeta usa materiales conclusivos, su fuerza poética, su emotividad (en principio) estará más acentuada como lo están los acentos del ritmo de la música en un compás determinado. Pero incluso una escritura enfática, ha de tener momentos de caída, de suavidad, de indefinición para generar la alegría inesperada del contraste. Hay que dejar caer la noche sobre el ancho frágil de la hoja. La escritura enfática no lo será siempre aunque albergue esa pretensión, en algún momento la fuerza cae porque no siempre puede sostenerse el pulso y el vigor; el poeta, por ende, debe dar entrada a diversidad de elementos si quiere que la riqueza, la apertura y el matiz se siente a su mesa, si quiere que el aire se goce en la celebración de su abril.

La escritura de Pedro Villarejo es una escritura mixta, al tiempo de cierre, de énfasis, como de apertura e indeterminación. Él no ha construido su estilo, vigoroso e insinuante sobre una teoría, sobre el mantel de una reflexión, pero su resultado es una originalidad de gran alcance, un vuelo tenue de azul canción.

La escritura de Pedro Villarejo es mixta, al tiempo de cierre, de énfasis, como de apertura e indeterminación

Hemos de decir que lograr fuerza con elementos abiertos es más dificil y meritorio porque la mayoria de los elementos del lenguaje tratan de abrazar alguna precisión. Lo que define, cierra; lo que nombra aspira a eliminar la ambiguedad ya que, de otro modo, el lenguaje sería una posibilidad, una confusión.

La combinación maestra de elementos definidos y conclusivos con elementos abiertos e indeterminados es la base de la escritura de Pedro. Si bien el escritor tiene que ser preciso porque la precisión encierra la claridad; también lo poético admite y debe admitir la vaguedad, lo inconcluso. Si se mezclan ambos elementos con tino, estaremos ante una escritura rica, singularmente contrastada como es la del maestro Pedro, donde lo preciso se afina en el trazo de su propia indeterminación. 

Si llevamos este concepto a lo pictórico, la escritura enfática es la pintura que no deja líneas por definir y completar con la imaginación, mientras que la escritura abierta es la que solo define las líneas esenciales -o ni siquiera eso- para dejar todo al libre arbitrio de la imaginación.

Por propia mecánica hay palabras que son cerradas, concluyentes pero cuyo carácter y naturaleza se pueden alterar según con qué otras palabras se combinen. Analicemos para comprenderlo esto en varios ejemplos. Por supuesto, hay una tercera categoria de elementos que pueden ser mixtos que pueden funcionar como elementos cerrados y abiertos al mismo tiempo. Si un escritor usa elementos abiertos, cerrados y mixtos en una frase, su originalidad será indudable por la riqueza de colores y texturas.

Ejemplos

Dice Pedro: “Esa magia de adivinar en el otro la dirección de las estrellas”. “Esa” es indeterminado porque los adjetivos demostrativos lo son; magia es abierto y cerrado, es un elemento mixto; adivinar es un elemento abierto aunque puede tener un leve cariz concreto. Vemos que combina ágil y eficazmente elementos de lo más variopintos con apertura pero con precisión que es la marca de casa de su singular estilo. La palabra dirección es cerrada, definida pero al combinarla con estrellas que es una palabra contundente da una sensación de cierre y apertura inesperada, de ágil hallazgo.

Vayamos a otro ejemplo. Dice Pedro en sus versos: “Nadie más que tú será responsable del inmenso gozo. Ningún sol se atreverá a secar la eterna mansedumbre del agua”. “Nadie” es un pronombre abierto porque no se personifica, no alcanza concreción. “Será”, el verbo en futuro queda abierto y cerrado; “responsable” es cerrado, enfático; “inmenso” es abierto y cerrado, y “gozo” es concreto. Vemos, pues, la combinación, la disposición feliz de elementos abiertos, cerrados y mixtos que le confieren un carácter expresivo único al conjunto. Pocos poetas tienen esta precisión en la vaguedad, esa luz en la penumbra como Pedro, lo cual otorga a su escritura una alegría de asombro, un horizonte inesperado que lo aleja por completo del sendero de lo previsible, del topicazo, del lugar común.

Ampliar Pedro Villarejo, sacerdote y poeta, acompañado de Ignacio Díaz Galán.

Pedro Villarejo conversando con Ignacio Díaz Galán.

Tomás Mielke / @t_mielke

No en vano, Antonio Gala dijo de él que tenía aciertos verbales brillantísimos. Dichos aciertos son explicados en esta afinación de lo indefinido, esa insinuación que borra y escribe como olas sempiternas. Lo cual es muy difícil de lograr porque, normalmente, decimos de más o decimos de menos, rara vez ponemos el maquillaje preciso. Él no pretende decirlo todo, porque las mejores palabras son acaso las que no son necesarias decir. Él entiende o viste el poema con un tono de adivinación, logrando en sus versos una anchura atrayente de rica y sutil posibilidad.

Antonio Gala dijo de Pedro Villarejo que tenía aciertos verbales brillantísimos

El secreto de Pedro, además de lo anterior, reside en la sangre, en la emotividad que nace de la verdad del ser y esto se ha de poseer o no se consigue, no se puede alcanzar con el estudio sino con el oficio del vivir. Pedro se derrama y se contiene en su expresión, se da y se reserva y esa dirección intermedia de no ser ni muy suave ni muy duro, ni muy claro ni muy oscuro le da una dimensión a su escritura de aventura, de búsqueda, de probabilidad.

Por lo general, los versos más memorables son los más enfáticos porque acotan, definen, delinean. Por ello, al ser lo enfático más memorizable y menos ambiguo queda fijado con más claridad en la mente pero da la impresión de que no es movible, vivo, como lo es un símbolo, como lo es la llama de un fuego cambiante.

Tiene, pues, la escritura abierta el incoveniente de que no resulta fácil para recogerse en la melodía del pensamiento. Aunque esto ocurre cuando los elementos abiertos son muy predominantes, cuando no son combinados cada cierto tiempo con elementos enfáticos y cerrados.

Por ello, la escritura de Pedro que tiene una gran vaguedad, pero con vocación de afinación no resulta en principio popular, comercial. Necesita un tiempo de asimilación, un amigarse en la quietud porque Pedro, que es sacerdote, descubre “cómo San José acerca con la misma vara la distancia y los sueños”.

La escritura de Pedro que tiene una gran vaguedad, pero con vocación de afinación no resulta en principio popular, comercial

Sin embargo, por contraposición a lo anterior, la escritura de Pedro al ser abierta e indefinida en muchos de sus rasgos deja abierto un gran campo para la ensoñación, para hacer de su poema tu poema, para encontrar el asiento de tu propia voz. Él no te da el paisaje enteramente definido y acabado; él te ofrece sus versos como un punto de partida, él te muestra la ventana como si te dijera: “mira el paisaje con tus ojos y traéme la singuralidad de tu mirada,” ya que yo anhelo el color aún no visto, el milagro alado de lo imposible.

Los versos de Pedro son a un mismo tiempo, un comienzo y un fin, la tarde y la aurora, la dicha de un rico mar.

El último elemento de la escritura del maestro Villarejo es su verbo. Él usa verbos poco frecuentados; ya sabemos que el verbo mueve y da espacio. El verbo nos habita, nos hace correr hacia el caballo de la propia sangre. El poeta usa los verbos de una manera muy original, que combinados con los elementos cerrados, abiertos y mixtos, nos hacer caer en el conjuro de lo que es el mundo: un lugar de comprensión y entendimiento, como un lugar de asombro y misterio, porque dice Pedro que “Soñó con otras manos, con delicias ignoradas, con la dulce paz de haber llegado”.

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