* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Hay maneras diferentes de emprender un viaje para aquellos que nos gusta viajar. No siempre debe consistir en preparar información acerca de los lugares que vamos a visitar, en revisar la geografía buscando en el mapa sitios exóticos, haciendo una relación detallada de todo lo que queremos conocer. Ni siquiera es tan necesario molestarse en pensar, unos días antes, qué pondremos en nuestra maleta.
Hay que dejarse llevar por la espontaneidad y el factor sorpresa y no importarnos si ya conocemos ese destino o no. Decía Henry Miller: “Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”.
Así es cómo, sin pensar lo que íbamos a hacer al día siguiente, mi marido y yo nos lanzamos a buscar la noche anterior una escapada rural por tierras del Empordà y, por segunda o tercera vez, exploramos esa zona.
Más allá de los pueblos más conocidos de la Costa Brava, hay unos de interior tan auténticos que son todavía el secreto mejor guardado de esta zona de Catalunya.
1. Palau-sator
Son pueblos para dar un paseo en cualquier época del año. Empezaré nombrando uno medieval en el que destacan las murallas y un castillo. Se trata de Palau-sator. A la gastronomía (llegamos a la hora de comer), unimos una visita, en una parte del restaurante donde comimos, del sorprendente Museo Rural (muy recomendable todo cuanto se expone). Cerca se encuentra un pozo de hielo, exponente de lo que fue este municipio en otros tiempos.
2. Monells
De Monells nos dejamos seducir por el encanto de su plaza central porticada, que ya habíamos conocido anteriormente e incluso visto en el cine en la película titulada Ocho apellidos catalanes. De su castillo sólo quedan las murallas.

Iglesia de Monells.
3. Madremanya
Aunque Madremanya no pertenece al Baix Empordà, sino al Gironès, es fácil ubicarla en esta ruta debido a su entorno. Comimos en una antigua masía del siglo XV. Las reformas que se han llevado a cabo la han convertido en un lugar precioso. Además, desde su terraza, un vergel con algún árbol, arbustos y flores, pudimos apreciar unas vistas espectaculares, todo un despliegue de naturaleza.
4. La Pera y Púbol
Otros dos pueblos que nos cautivaron por su tranquilidad y su belleza fueron La Pera y Púbol. El primero ofrece una experiencia auténtica de la vida rural catalana, teniendo una situación privilegiada para explorar esta comarca.

Campanario de la iglesia de La Pera.
Púbol es de visita obligada por varias razones: conserva restos de murallas, es un núcleo pequeño con calles estrechas, entradas portaladas y para los amantes del arte, la ocasión de visitar el castillo que Dalí regaló a Gala. La torre estaba ya en pie en el siglo XI. El resto se construyó entre los siglos XIV y XV.

Vista desde el castillo Gala-Dalí de una calle de Púbol.
En una segunda parte de la crónica de este viaje, me centraré en esta impresionante fortaleza medieval. Ha sido para mí una vivencia única que me ha permitido adentrarme en la vida y obra del genial artista y descubrir aspectos personales de su musa.
5. Ullastret
No podría dejar de nombrar el hogar de la ciudad íbera más grande de Catalunya: Ullastret. Se cree que el primer asentamiento humano en esta localidad se remonta al Neolítico, hace más de 5000 años. En siglos sucesivos, sus pobladores fueron celtas, romanos, musulmanes y judíos. El pueblo tiene una arquitectura única debido a esta mezcla de culturas.
Hasta el final de la Edad Media la población no se expandió fuera de sus murallas que actualmente presentan un buen estado de conservación. A día de hoy aún se pueden ver diez de sus torres. Pasear por sus calles antiguas hace que uno sea consciente, en todo momento, de su gran valor histórico y cultural. Por la noche, nos sentamos en una plaza de planta rectangular única en la comarca por su cubierta de vigas de madera suspendida por dos arcos apuntados.
6. Torroella de Montgrí
Finalmente, Torroella de Montgrí, con sus calles empedradas y sus plazas tranquilas, nos invitó a pasear y a descubrir rincones llenos de encanto.
7. La Bisbal de l’Empordà y Calonge
De vuelta a nuestro destino, entramos en la Bisbal de l’Empordà y Calonge. Conocido este último como “el pueblo de los libros”, nos sorprendió encontrar seis librerías a lo largo de una calle. La pena fue que, al ser domingo, estaban cerradas y no pudimos internarnos en ese universo literario.

Castillo-Palacio donde está Información y Turismo en la Bisbal de l'Empordà.
Gracias a esta ruta, hemos visto tesoros históricos en pueblos que parecen haberse detenido en el tiempo, sumergiéndonos en su rica herencia medieval.

Plaza de Calonge.
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