Josep Marsà disfruta de su edición impresa de La Vanguardia cada día después de desayunar. Acostumbra a llevársela al salón, leerla durante una hora y así, siempre. Él no se ha acostumbrado al formato digital, afirma su hija Mireia. Según ella, en la rutina de su padre no puede faltar el diario, “ni un rato de lectura, da igual dónde esté”. Incluso en su reciente y breve estancia en el Hospital Sagrat Cor de Barcelona, donde Josep encontró también un momento para leer su vanguardia, ahora con una lupa de luces led.
En esta edición de Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia, Mireia Marsà comparte una fotografía de su padre leyendo el diario en el hospital durante un ingreso. Esta imagen es un ejemplo de lo presente que está la tradicional suscripción al diario en la vida de esta familia de lectores de La Vanguardia desde 1924.
Todo empezó en Isona i Conca Dellà. O mejor dicho, en el pueblo de al lado. Los Marsà vivían en este municipio de Lleida y en 1924 los abuelos de Josep tenían a un hijo luchando en la guerra de Àfrica. Según cuenta Mireia, que creció escuchando las historias de su familia, La Vanguardia era el único diario por aquél entonces que daba noticias sobre los soldados españoles en Marruecos.
Pendientes de la información que llegaba del frente, los Marsà empezaron a comprar La Vanguardia para recibir actualizaciones, pero tenían que ir hasta el pueblo de al lado, ya que el diario no llegaba a Isona. A pesar de la distancia y el tiempo, la tradición que empezaron los abuelos de Josep hace cien años perdura y llega hasta sus nietos, fieles lectores de la sección de deportes.
'La Vanguardia' era de los únicos medios que publicaban noticias sobre los soldados en la guerra del Rif
Se podría decir que los Marsà son una familia de Vanguardia. Los abuelos de Josep empezaron la centenaria suscripción por las noticias internacionales y Josep, ahora con 90 años, en su rutinaria lectura busca las noticias de política y la sección internacional. Puede que conserve ese interés por saber qué está ocurriendo más allá de las fronteras.
La mujer de Josep también era una lectora habitual, así lo recuerda su hija Mireia, que todavía piensa en cómo “la mare hacía cada día el crucigrama”. Mireia sigue los pasos de su familia, pero en su caso lo que más le gusta leer son las columnas de opinión y La Contra.
Mi madre hacía el crucigrama de 'La Vanguardia' todos los días
Los Marsà ya no tienen que ir al pueblo de al lado para recibir La Vanguardia; ahora llega a Isona. De hecho, los del quiosco le guardan el diario a Josep todos los días y él lo va a buscar con su tarjeta de suscriptor. Los del quisco preguntaron por él cuando pasó unos días sin ir a buscar su diario, pero Mireia se aseguró de comprarle todos los días una Vanguardia para que pudiera leerla desde el hospital hasta que se recuperara.
“Es una cosa muy arraigada”, señala Mireia. Para ella, La Vanguardia es un medio que ofrece información variada y de actualidad de Catalunya, pero sobre todo “es una tradición tan grande que ni te planteas que sea de otra forma”.
La tradición se ha convertido en una rutina que cada miembro de la familia disfruta a su manera, tanto por las secciones que cada uno escoge leer, como por el formato. “Mi padre en papel y yo, en digital”, ríe Mireia.
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