Dos pueblos, una memoria conectada

Lectores Expertos

Quienes, décadas atrás, comenzaron a tejer alianzas entre Catalunya y Andalucía no merecen menos que la admiración y el reconocimiento de quienes hoy, con una mirada renovada, siguen luchando por lo mismo

En la actualidad, con la llegada de nuevas generaciones de migrantes andaluces, con conciencia social, se ha producido un “Big Bang andalucista” con nuevos colectivos renovadores como La Peña de la Perra Andaluza

Vagón del Legendario “El Sevillano”.

Vagón del Legendario “El Sevillano”.

Museu d´història de la immigració de Catalunya (MhiC)

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

“… Todavía escucho el chu-chu del tren, siento el olor del carbón y recuerdo a la amiga de tu tía despidiéndose entre lágrimas porque partía en el “catalán” …, me contaba mi madre hace apenas unos meses, a la salida de la obra teatral De Perras y Criadas, escrita y dirigida por Félix Herzog e interpretada por Marta Fons. 

Aquella pieza, tan magistralmente representada, la había teletransportado a ese duro instante en la estación de tren, Plaza de Armas en Sevilla (Antigua Estación de Córdoba), cuando les tocó despedirse de una amiga que emprendía el camino hacia la lejana Catalunya.

Miles de historias marcaron aquellos años, tanto de quienes partieron, dejando atrás tierra, familia y raíces, como de los que se quedaron, obligados a reconstruir su vida sin esos amigos, vecinos o parientes que partían con maletas cargadas de sueños, miedos, incertidumbres, ilusiones y también de culpa y mucha responsabilidad. Dolía de cualquier modo.

Es la historia de dos pueblos, una historia compartida y una memoria aún viva que se desempolva lentamente desde la mirada del respeto y el orgullo. Una diáspora con ganas de contar —aunque algunos ya no estén entre nosotros—, y una segunda generación con mucho que decir también.

Orgullo de Andalucía.

Orgullo de Andalucía.

@Cynthiaveneno

Quienes, décadas atrás, comenzaron a tejer alianzas entre Catalunya y Andalucía no merecen menos que la admiración y el reconocimiento de quienes hoy, con una mirada renovada, seguimos luchando por lo mismo. 

Por ello, antes de comenzar este artículo, quiero rendir homenaje con estas humildes líneas a aquellas primeras generaciones de migrantes andaluces, humildes y resilientes, que con muy poco levantaron verdaderos imperios familiares y comunitarios. 

  • (Migrante: persona que se traslada fuera de su residencia habitual (dentro del país o internacionalmente), temporal o permanentemente, por motivos diversos (OIM, 2019).

Supieron tejer redes que hoy constituyen un legado, y que con su memoria siguen inspirando a las nuevas generaciones. Y también a quienes, desde la lejanía, cargaban con el dolor de la ausencia y la nostalgia de los suyos. Y, por supuesto, deseo destacar el papel de aquellos catalanes que tuvieron la inteligencia emocional, la sensibilidad y la valentía de abrirse a los corazones andaluces, desprendiéndose de todo vestigio de prejuicio o desconocimiento, aun cuando lo hicieron a contracorriente.”

“No todas las personas valientes deciden emigrar, pero indudablemente emigrar es siempre una decisión valiente ante un panorama que resulta incierto tanto en origen como en destino” (Marín Corbera, 2010, p. 12)

Todos los caminos llevan a... Barcelona

“La emigración andaluza hacia Catalunya ha sido uno de los fenómenos más relevantes presentados por la demografía española del siglo XX” (Marín Corbera, 2010, p. 11)

Aunque ya desde la década de 1940 se habían producido flujos migratorios desde Andalucía hacia Cataluña, fue durante el franquismo —y especialmente entre las décadas de 1950 y 1970— cuando este movimiento alcanzó una magnitud masiva y transformadora, uniéndose a otros españoles y catalanes procedentes de zonas rurales que también buscaban en la industrialización nuevas oportunidades de vida y trabajo.

“(el Ministerio de Gobernación) …no fue capaz de “ponerle puertas al campo”, tal y como pretendió …”. Sánchez-Díaz (2024, p. 241)

En 1970, residían en Catalunya 840.206 personas nacidas en Andalucía (Marín Corbera, 2010, p. 12), un 16,4% de la población total, de las cuales un 47% eran hombres y un 53% mujeres (Solé i Puig, 1981, p. 256). Si a esta cifra se añadieran sus hijos nacidos ya en Catalunya, el número total superaría ampliamente esta cifra, lo que llevó a bautizar a Catalunya como la “novena provincia andaluza” .

  • El término ‘novena provincia catalana’, acuñado para describir la masiva emigración andaluza a Catalunya durante el franquismo, es hoy ampliamente cuestionado por especialistas y por la propia diáspora. Se considera una etiqueta peyorativa y perversa, que reproduce lógicas de colonialismo interno y estigmatización cultural.

El cómputo de mujeres migrantes, especialmente en el primer lustro de la posguerra, superó al de los hombres por varias razones. Según Díaz Sánchez (2024), el trabajo doméstico se convirtió en una salida que facilitó la movilidad. En particular, la obligatoriedad de contar con la “tarjeta profesional” para las trabajadoras del servicio doméstico proporcionó a las adscritas a este sector condiciones más idóneas para desplazarse (Díaz Sánchez, 2024, p. 109). Curiosamente, este patrón de movilidad guarda estrechas similitudes con los observados hoy en España, con mujeres migrantes de países como Filipinas, Marruecos y diversos países del sur de América.

Ampliar Distribución por sexos de los andaluces en Catalunya.

Distribución por sexos de los andaluces en Catalunya.

Solé,C. (1981)

En general, esta migración interna transformó profundamente la geografía social y urbana del área metropolitana de Barcelona. Barrios como Nou Barris y Sant Martí, así como municipios como Santa Coloma, Sabadell, L’Hospitalet o Terrassa, experimentaron un rápido crecimiento con la aparición de nuevas barriadas y, en algunos casos, asentamientos de chabolas.

Tal y como explica Inma Boj, directora del Museo de Historia de la Inmigración de Catalunya (MHIC), en un artículo publicado en Andalucía en la Historia (2010), los movimientos migratorios entre Andalucía y Catalunya estuvieron estrechamente vinculados al desarrollo de los medios de transporte, siendo la llegada del tren la que marcó un antes y un después .

“En Andalucía se llamaba el ‘catalán’, y en Barcelona lo conocían como “el sevillano’. Era el tren que recorría la Península, desde la estación de Plaza de Armas, en Sevilla, hasta la estación de Francia, en Barcelona. El viaje era una odisea de más de 24 horas, un ritual por el que pasaron cientos de miles de andaluces. Este viaje, en el que los controles policiales eran continuos, suponía la primera etapa en el duro camino hacia una nueva vida”. (Boj I, 2010, pág. 36).

Billetes de tren.

Billetes de tren.

Museu d´història de la immigració de Catalunya (MhiC)

  • El Sevillano (Trayecto: Andalucía y Barcelona), el Shangai (Trayecto: Coruña-Vigo a Barcelona) y el Botejara (Trayecto: Badajoz- Barcelona)

Como detalle curioso, aunque también revelador de la desigualdad de género y sociedad patriarcal de la época, Boj recuerda que, en el marco de estos controles policiales, “las mujeres jóvenes y solteras debían justificar por qué viajaban solas” (Boj, 2010, p. 36).

Y, como un apunte de belleza en medio de tanta nostalgia, muchas voces recuerdan que, cuando el horizonte azul asomaba por las ventanillas del tren, todos se agolpaban para ver “la mar”, para muchos su primera vez, un azul indómito, que anunciaba la cercanía de la última parada de un viaje interminable e inolvidable. 

Razones múltiples, un mismo sueño: 

Entre la dignidad y Estigma

Es imposible reducir a unas líneas las múltiples razones que llevaron a millones de andaluces a emigrar. Como explica Marín Corberta (2010), para algunos, fue la pobreza; para otros, la expectativa de una mejora económica; en ciertos casos, motivaciones identitarias; también hubo quienes buscaban escapar de represalias políticas, reunificaciones familiares, quienes ansiaban mayor libertad cultural o de pensamiento, y quienes perseguían la posibilidad de liberarse de estructuras patriarcales o hallar el anonimato en un nuevo contexto. En palabras de Tudela Vázquez (2023) “…no fue tan solo una crisis económica, sino también una crisis cultural muy profunda…” (p. 203).

Diversos autores coinciden en señalar que las políticas de colonización franquista tendieron a neutralizar la identidad andaluza, reduciéndola a un folclore estereotipado —el llamado costumbrismo andaluz— manteniendo al sur en una condición rural y empobrecida. 

Frente a esta situación, el andalucismo político y cultural recuperó la figura de Blas Infante (1885–1936), cuyos escritos denunciaban la conversión de Andalucía en una “colonia interior” explotada por las oligarquías y el Estado central, y reivindicaban la riqueza cultural y los recursos propios de Andalucía.

Mientras tanto, las políticas franquistas favorecieron deliberadamente el crecimiento industrial del nordeste y del centro peninsular. Catalunya, además, contaba con una tradición obrera y sindicalista que facilitaba cierta afinidad con valores republicanos o de izquierda. Sin embargo, los migrantes andaluces que llegaron lo hicieron con ideologías diversas y, en muchos casos, adoptaron actitudes de adaptación o neutralidad política.

La recepción de los andaluces en la Catalunya franquista estuvo lejos de ser un “paseo por las nubes”. Tal como señala Díaz Peña (2010), “este catalanismo franquista otorgó a los inmigrantes andaluces recién llegados una ciudadanía de segunda categoría” (p. 130). Marín Corbera (2010) recuerda que las autoridades locales los acogieron con recelo, llegando incluso a derribar sus barracas sin ofrecer alternativas habitacionales (p. 16). A esta precariedad se añadía la explotación laboral: los empresarios los recibieron con satisfacción, ya que podían pagarles salarios bajos, sin cotizaciones sociales adecuadas y con un menor riesgo de sindicalización (Marín Corbera, 2010, p. 14).

En este contexto, mujeres migrantes – como Francisca, procedente de Trebujena, con alma andaluza y corazón catalán, a quien tuve la fortuna de conocer una tarde, sentada en un bar– desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo, aunque su labor ha sido con frecuencia invisibilizada, reducida a la retórica estatal del momento y escasamente reconocida. Muchas de ellas, jóvenes valientes, con una escolarización limitada, pero con una enorme fuerza, resiliencia y coraje, contribuyeron tanto al desarrollo económico de Catalunya como al sostenimiento de sus familias, dentro y fuera del hogar. 

Millones de mujeres transformaron sus vidas a pesar de las represalias del franquismo y la estructura patriarcal, enfrentándose a un mundo hostil que se erguía como un gigante. Con determinación trabajaron en el campo, en el servicio doméstico, participaron en el movimiento sindical y feminista, transformaron barrios, tejieron redes comunitarias y dejaron una huella profunda que entrelazó comunidades y abrió caminos para las nuevas generaciones.”

“… valiosas contribuciones de las mujeres migrantes a la economía, sociedad y cultura catalana, que con frecuencia han servido para construir experiencias de identidad cultural plural” … (Parramon, 2006)

La cotidianidad en los barrios periféricos, donde las vidas transcurrían en viviendas insalubres, sin agua corriente ni suministro eléctrico (Sánchez-Sorribes, 2010), o en zonas mal comunicadas, se convirtió en una ‘normalidad aceptada’ que, lejos de ser accidental, respondía a una precariedad estructural impuesta y naturalizada, como bien refleja la excelente película El 47

Eduard Fernández encarna a Mateo Vital, el hombre que se vio obligado a secuestrar un autobús para llevar el transporte público a su barrio.

Eduard Fernández encarna a Mateo Vital en la película 'El 47', el conductor que se vio obligado a secuestrar un autobús para llevar el transporte público a su barrio.

Lucía Faraig/The Mediapro Studio

Muchos inmigrantes se vieron obligados a residir en barracas e incluso en cuevas. La prensa oficial contribuyó a reforzar este estigma: el diario Solidaridad Nacional llegó a calificar de “trogloditas” a los inmigrantes que vivían en cuevas, en su mayoría andaluces, en una nota publicada el 7 de septiembre de 1949 — resuena de algo otra vez, ¿verdad? Viejos fantasmas que regresan con otro disfraz: hoy los encontramos en los discursos que se propagan en algunas redes sociales y prensa contra las personas migrantes. 

Tal discurso no solo legitimaba la marginación, sino que evidenciaba la grave carencia de vivienda digna que padecían (Aroca, 2010), y que, junto con la imposibilidad de acceder a un empleo y los controles de las cartillas de racionamiento, los condenaba a la mendicidad. Una vez más, ecos del pasado que resuenan en el presente.

A su vez, el Palacio de las Misiones de Montjuïc se convirtió en símbolo de esta represión. Tal y como explica Aroca (2012) en el artículo de La Vanguardia:

“Fue un centro de internamiento en el que eran encerradas aquellas personas que carecían de casa y trabajo legales en la Barcelona de los años cincuenta del siglo pasado. De ellos, la inmensa mayoría –no se trata de una presunción sino un hecho constatado– era inmigrantes interiores, trabajadores y familias enteras que acababan de llegar del campo a la capital catalana en busca de empleo.”

Entre 1952 y 1957, más de 15.000 personas, en su mayoría andaluces, fueron deportadas desde Barcelona a sus lugares de origen, tras pasar por este centro de internamiento provisional (Aroca, 2010, p. 18). Tal y como relata Miguel Díaz Sánchez durante la entrevista en la Cadena Ser (2025), durante los años de la posguerra existía “El pasaporte interno que impedía el movimiento entre provincias fue abolido a principios de 1948, pero esto no significó que terminasen las restricciones a la movilidad”. Se mantuvieron restricciones en las ciudades que desembocaron en las deportaciones de migrantes. Se deportaba a la gente a su localidad de origen siempre que llegara a la ciudad sin un contrato de trabajo o sin alguien que pudiera ayudarle en el establecimiento” (Entrevista Cadena Ser, 2025).

A pesar de todo, muchos andaluces lograron integrarse, “escalando posiciones a pulmón en la escala socio-profesional de la industria local” (Marín Corbera, 2010, p. 16). Asociaciones de vecinos, movimientos obreros, así como la inmersión en partidos políticos hicieron que se visibilizara la voz de estos nuevos ciudadanos catalanes. Sin embargo, la hostilidad social se manifestó también en expresiones explícitas de rechazo, como pintadas antinmigrantes con lemas como “Xarnegos Fora” o “Aquí termina Catalunya” en los accesos a ciertos barrios (Marín Corbera, 2010, p. 17).

Aún así, de ese encuentro surgió un mestizaje entre sociedades, culturas e identidades, un proceso vivo y en constante transformación que perdura hasta nuestros días.

Como dato de contexto, el Instituto Español de Emigración se creó en 1956, y la I Encuesta Nacional de Migración Interior se realizó en 1957, según explica Sánchez-Díaz (2024, p. 123).

Memoria que habla

Voces que reclaman

No ha sido un camino sencillo ni lineal. Aunque hoy muchas de aquellas tensiones parezcan menos visibles o explícitas, siguen latentes bajo otras formas. Además, la atención social y política se ha desplazado hacia nuevos colectivos migrantes que, por razones diversas —aunque, en muchos casos, comparables—, afrontan procesos de exclusión, estigmatización y lucha por la dignidad. 

El paralelismo entre las narrativas de entonces y los discursos actuales resulta evidente y, por momentos, inquietante, especialmente cuando provienen de aquellos que en su día fueron llamados “inmigrantes”.

No hace mucho, mi psicoanalista Anna M. Castell, catalana con amplia experiencia en Cataluña y Andalucía, me confesó que ha observado cómo los andaluces arrastramos un sentimiento de inferioridad, que a menudo, sin ser conscientes, proyectamos incluso cuando ocupamos puestos de responsabilidad. Estas palabras dialogan con lo que Guiter expone en su libro, En defensa de la lengua andaluza (2006): “Quizás los andaluces hemos interiorizado y asimilado, en exceso, nuestra supuesta inferioridad como pueblo a partir de la ajena percepción que poseemos de nuestra habla” (Guiter, 2006, p. 23).

También corresponde señalar otras causas asociadas a ese supuesto sentimiento de inferioridad: una educación sesgada, dinámicas de control social, políticas y económicas, y narrativas que han impuesto identidades tergiversadas. 

Así se ha consolidado el “estereotipo andaluz”, ajeno a la complejidad de nuestra sociedad, historia y cultura y, sobre todo, a nuestra lengua, frecuentemente ridiculizada en ámbitos institucionales y culturales y, a veces, por los propios andaluces, y que –“Po zí”– quizás, y solo quizás, urge un trabajo de reconstrucción compartida.

“Conocer nuestra historia y asumir nuestra lengua ayudaría tremendamente a nuestro proceso de autoconciencia…” (Guiter, 2006, p. 97).

“Podrás salir de Andalucía, pero Andalucía jamás saldrá de ti”.

“Podrás salir de Andalucía, pero Andalucía jamás saldrá de ti”.

Artista grafitero andaluz, IG: @pintarraheo

La Perra Andaluza

El retejer alianzas entre andalucismo y catalanismo, desde la dignidad, el respeto y el orgullo, nos recuerda que esta memoria no es pasada: es un legado vivo que sigue inspirando y que conlleva una misión compleja e imprescindible: reconstruir a ambos lados de la orilla.

Ya en 1969 nació la Casa Regional de Andalucía en Catalunya (Moreno, 2010, p. 32). Aunque sus inicios estuvieron condicionados y dirigidos, con el tiempo se transformó en un espacio libre donde la nostalgia y la añoranza dieron vida a una cultura trasladada y fusionada, no perdida. 

Posteriormente se creó la FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Catalunya), que reunió a múltiples asociaciones, y más tarde emergió el movimiento de la “arrejuntaera”, que desde hace unas dos décadas impulsa la cultura andaluza a través de actos y centros comunitarios. Estos son solo algunos ejemplos de estos movimientos asociativos que los pasados 60 años han estado luchando por mantener una cultura viva.

En la actualidad, con la llegada de nuevas generaciones de migrantes andaluces, con conciencia social, se ha producido lo que denomino un “Big Bang andalucista”. Con un “carácter más social y político, y menos ligado a un folclore vacío”, según me comentaron sus fundadoras durante una entrevista, surgieron colectivos renovadores que buscaban actualizar la identidad andaluza en Catalunya. 

De ese impulso nació recientemente La Peña de la Perra Andaluza, oficialmente constituida el 1 de junio 2025 con un acto de presentación que acudió más de 200 personas. En las próximas semanas celebrarán un nuevo acto público (para más información, no dudes en contactar directamente con el equipo o seguirlo en redes sociales).

Logotipo de La Peña de la Perra Andaluza.

Logotipo de La Peña de la Perra Andaluza.

@Cynthiaveneno

El nombre hace referencia a otra entidad similar en Madrid (La Peña Andaluza La Gata), tomada como referente, pero resignificada en clave propia. La asamblea de presentación se vivió como un despertar colectivo, un espacio para dar respuesta a la necesidad de las nuevas generaciones de migrantes andaluces y descendientes —andaluces, “xarnegxs ” y aliadxs— de contar con un lugar común desde el que construir memoria, comunidad y acción política.

  • Xarnego: término históricamente peyorativo, empleado para estigmatizar a los migrantes de origen andaluz y a sus descendientes en Catalunya. Sin embargo, en los últimos años ha sido resignificado por una generación que, desde el orgullo de sus orígenes, lo ha convertido en un símbolo de resistencia y reafirmación identitaria.”

Este nuevo proyecto se sitúa en la intersección de las luchas antirracistas, feministas, antifascistas y LGTBI+. Entre las discriminaciones señaladas figuran la catalanofobia o la andaluzofobia. En esta última incluye la glotofobia (burlas hacia el habla andaluza), la estigmatización cultural y el denominado «estrabismo del Estado español» (una mirada sesgada y desigual del Estado hacia Andalucía), ligado al colonialismo interno. A diferencia de la emigración andaluza de los años sesenta, esta nueva generación está formada por jóvenes con estudios superiores, identidades múltiples y una fuerte conciencia social.

La Perra Andaluza defiende que no hace falta ser andaluz para formar parte: basta con sentirse interpeladxs por estas causas. Es un espacio abierto, plural y combativo que articula acciones culturales, políticas y comunitarias para generar impacto colectivo. Los testimonios de sus integrantes subrayan, además, que su labor es también un ejercicio de autorreparación histórica.

  • “Se trata de hacer algo que nuestros abuelos no pudieron hacer: convivir sin renunciar a lo que somos, reconociéndonos mutuamente y valorando lo que cada cual puede aportar”.

  • “Formar parte de La Perra es reivindicarme, cuestionarme y, sobre todo, no estar sola. Es memoria, lucha y placer colectivo”.

  • “Aquí encuentro familia, alegría y conciencia política. Somos de una misma tierra, aunque vengamos de caminos distintos”.

La Peña de la Perra Andaluza busca romper estereotipos, crear sinergias y construir comunidad desde el orgullo y la bidireccionalidad: aportar a Catalunya lo andaluz, y al mismo tiempo, enriquecerse de lo catalán. Es memoria viva, pero también es futuro, un faro que mira para Andalucía también, y reclama espacios inclusivos, transformadores y de justicia social.

“Espero que este grupo sea uno de tantos faros que necesito en mi vida. Me gusta formar parte de una comunidad de personas que entienden y comparten mi realidad y, así, poder construir un lugar de referencia donde compartir, comparar y entender cómo mi identidad como andaluz a veces define mi forma de habitar los lugares y vivir las experiencias. Y poder hacer esto fuera de Andalucía, abrazando otras realidades e incluso la convivencia de distintas identidades es algo a lo que quiero seguir aportando y de lo que me quiero seguir nutriendo”.

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