La física precuántica antes de Max Planck

La Mirada del Lector

La revolución cuántica, detonada formalmente en 1900, no surgió 'ex nihilo' como acto aislado de genialidad, sino como respuesta inevitable e incómoda a una crisis acumulada en los fundamentos de la física clásica

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Detalle de la obra '' We aren´t able Quantic”, de la artista china Yu Chen Wang, que formó parte de la exposición “Cuántica”, que muestra las claves para entender los principios de la física cuántica a través del trabajo creativo de científicos y artistas.

EFE / Quique Garcia

* El autor forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian

La revolución cuántica, detonada formalmente por Max Planck en 1900, no surgió ex nihilo como un acto aislado de genialidad, sino como la respuesta inevitable —y profundamente incómoda— a una crisis acumulada en los fundamentos de la física clásica. 

Durante décadas, una serie de anomalías experimentales había ido erosionando la visión continua, determinista y mecanicista heredada de Newton y consolidada por Maxwell. Este análisis se centra en esos indicios precuánticos que, aunque a menudo relegados a un segundo plano en los relatos simplificados, prepararon el terreno intelectual que Planck se vio obligado a demoler y reconstruir.

A lo largo del siglo XIX, la física parecía haber alcanzado una estructura casi completa. La mecánica newtoniana describía con extraordinaria precisión el movimiento de los cuerpos macroscópicos, mientras que la teoría electromagnética de Maxwell unificaba la electricidad, el magnetismo y la óptica bajo el concepto de campos continuos. 

Retrato de Isaac Newton (1642-1727).

Retrato de Isaac Newton (1642-1727).

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En este marco, se asumía que magnitudes como la energía, la posición o la frecuencia podían variar de manera suave y arbitraria. El determinismo dominaba la interpretación del mundo físico: con condiciones iniciales exactas, el futuro era completamente predecible.

Este clima de aparente plenitud explica por qué Philipp von Jolly aconsejó al joven Max Planck que se dedicara a otra disciplina, pues la física teórica parecía esencialmente terminada. Sin embargo, precisamente en los márgenes —en la interacción entre luz y materia, en la termodinámica y en la estructura de la materia— comenzaban a surgir grietas profundas.

Philipp von Jolly.

Philipp von Jolly.

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Uno de los avances más decisivos de la física precuántica fue la conexión empírica entre la materia y la radiación. A mediados del siglo XIX, Gustav Kirchhoff y Robert Bunsen desarrollaron y perfeccionaron el espectroscopio, combinándolo con el recién inventado mechero Bunsen. 

Gracias a este instrumental, demostraron que los elementos químicos calentados no emitían luz de forma continua, sino en un conjunto discreto de líneas brillantes, específicas de cada elemento. El sodio, el potasio o el hidrógeno presentaban patrones espectrales únicos, auténticas “huellas dactilares” ópticas.

Gustav Kirchhoff (izquierda) y Robert Bunsen (derecha).

Gustav Kirchhoff (izquierda) y Robert Bunsen (derecha).

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El sodio, el potasio o el hidrógeno presentaban patrones espectrales únicos, auténticas “huellas dactilares” ópticas

Kirchhoff formuló entonces sus leyes empíricas de la espectroscopia: un gas caliente y poco denso emite radiación solo en longitudes de onda bien definidas, mientras que un gas frío absorbe exactamente esas mismas longitudes de onda. 

Estas leyes permitieron no solo identificar nuevos elementos —como el cesio y el rubidio— sino también descubrir la composición química del Sol y de las estrellas, estableciendo una conexión profunda entre la física terrestre y la astronomía.

Gustav Kirchhoff.

Gustav Kirchhoff.

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Sin embargo, la teoría electromagnética clásica no ofrecía ninguna razón para esta selectividad extrema. Según Maxwell, un átomo cargado debería poder emitir y absorber radiación de manera continua. El origen de estas líneas espectrales permaneció como un misterio durante décadas, hasta que el modelo atómico cuántico de Niels Bohr, ya en 1913, mostró que estaban relacionadas con transiciones energéticas discretas dentro del átomo.

Niels Bohr.

Niels Bohr.

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Un segundo foco de crisis surgió en la termodinámica de los sólidos. La ley de Dulong y Petit (1819) afirmaba que el calor específico molar de la mayoría de los sólidos debía ser constante e igual a 3R. Esta ley se apoyaba en el principio clásico de equipartición de la energía, desarrollado por Maxwell y Boltzmann, según el cual cada grado de libertad contribuye de forma continua e igual a la energía térmica.

No obstante, a finales del siglo XIX, mediciones experimentales cada vez más precisas revelaron desviaciones graves. A bajas temperaturas, el calor específico de los sólidos no solo disminuía, sino que tendía a cero, en abierta contradicción con la equipartición. Además, materiales como el diamante mostraban valores anormalmente bajos incluso a temperatura ambiente. 

Estos resultados indicaban que los átomos en una red cristalina no podían intercambiar energía térmica de forma arbitraria: ciertos modos vibracionales parecían “congelarse” si no se alcanzaba un umbral mínimo de energía.

Este problema fue uno de los primeros en los que Albert Einstein aplicó directamente la hipótesis cuántica de Planck, en 1907, proponiendo que las vibraciones de la red cristalina estaban cuantizadas. Su explicación confirmó que la crisis no se limitaba a la radiación, sino que afectaba también al comportamiento térmico de la materia.

El científico Albert Einstein mostró abiertamente su apoyo a la causa republicana española

El científico Albert Einstein.

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El desafío más grave y directo al edificio clásico fue, sin embargo, el estudio de la radiación del cuerpo negro. Un cuerpo negro ideal absorbe y emite radiación de todas las longitudes de onda, dependiendo únicamente de su temperatura. A lo largo del siglo XIX, varios físicos lograron describir empíricamente este fenómeno con notable precisión. 

Josef Stefan y Ludwig Boltzmann establecieron que la energía total emitida es proporcional a la cuarta potencia de la temperatura absoluta. Wilhelm Wien formuló su ley del desplazamiento, mostrando que el máximo del espectro se desplaza hacia longitudes de onda más cortas al aumentar la temperatura.

Wilhelm Wien formuló su ley del desplazamiento: el máximo del espectro se desplaza hacia longitudes de onda más cortas al aumentar la temperatura

Primera Conferencia Solvay en 1911. Max Planck se encuentra situado, en la fila posterior, el segundo por la izquierda.

Conferencia Solvay de 1911. Wien está situado en primer término, sentado asomando la cabeza por detrás de Jean Baptiste Perrin y Marie Curie.

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Estas leyes funcionaban impecablemente, pero ninguna teoría clásica podía derivarlas de forma coherente. La ley de Rayleigh-Jeans, basada en la equipartición de la energía y en el electromagnetismo clásico, predecía que la energía emitida divergiría hacia el infinito en el rango ultravioleta. Este resultado absurdo —la llamada catástrofe ultravioleta— no era un simple error técnico, sino la señal inequívoca de un fallo conceptual profundo: la suposición de continuidad energética llevaba al desastre.

Fue en este contexto cuando Planck, inicialmente de manera casi desesperada, introdujo su hipótesis revolucionaria: la energía no se intercambia de forma continua, sino en paquetes discretos proporcionales a la frecuencia de la radiación, 𝐸 = ℎ𝜈. Aunque Planck consideró al principio esta cuantización como un artificio matemático, su constante ℎ se convirtió en el pilar de la nueva física.

Finalmente, la propia concepción de la materia estaba cambiando. En 1897, J. J. Thomson demostró que los rayos catódicos estaban formados por partículas con carga negativa y masa muy inferior a la del átomo de hidrógeno. El descubrimiento del electrón destruyó definitivamente la idea del átomo como entidad indivisible. Poco después, experimentos de carga cuantizada reforzaron la noción de discreción fundamental en la naturaleza.

J. J. Thomson.

J. J. Thomson.

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Si la materia estaba compuesta por unidades elementales discretas, resultaba cada vez más plausible que la energía y la radiación —íntimamente ligadas a esa materia— también lo estuvieran. 

Así, cuando Planck presentó su trabajo en 1900, el paradigma clásico ya estaba profundamente fracturado. Su teoría no creó la crisis: la resolvió. 

La constante fue la bisagra conceptual que unió décadas de anomalías experimentales y marcó el inicio irreversible del fin del mundo clásico.

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Silvano Andrés de la Morena
Dr. Max Planck.
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