De la amnistía a la derecha plural

The Situation Room

De la amnistía a la derecha plural
Iván Redondo

El año 2024 no ha resuelto definitivamente los grandes vacíos por completar en el mercado político de España. Ha sido un año de mucha actualidad y cuitas judiciales, pero de pocas concreciones estratégicas. Es tal el empate que en Galicia y Euskadi mandan los mismos, con la excepción de Catalunya, en la que el riesgo es que manden los mismos que aprobaron los últimos presupuestos vigentes, hoy prorrogados, pero con un president diferente. También hubo empate en las europeas. Y si se anticipasen las generales –nadie lo niega–, solo sería viable una mayoría de derechas, con un mayor ascendente de la derecha autoritaria, en la estela del reemplazo de las viejas derechas liberales por las nuevas derechas autoritarias en todas las democracias de nuestro entorno.

Si tuviéramos que proyectar, sin embargo, el año 2025, la situación podría ser distinta. Hay una línea estratégica novedosa que va “de la Amnistía a la derecha plural” y que podría ser trazada como alternativa a la derecha autoritaria y al Gobierno de coalición progre­sista actual, muy debilitado hasta que haya un nuevo liderazgo en el espacio de izquierdas a la izquierda de los socialistas.

Para Feijóo, ser duro con el PSOE no debiera ser óbice para dibujar un proyecto desde la derecha plural

El 2025, por tanto, podría ser el año del desempate. De hecho, a mediados, el Tribunal Constitucional dictará sentencia sobre la constitucionalidad de la Amnistía, una norma a todas luces necesaria para que pueda ser viable un mínimo proyecto de convivencia y también un nuevo orden territorial compartido para que se reconozcan también otras mayorías políticas plurales.

Hay que recordar que el procés empezó en paralelo al derrumbe del bipartidismo allá por el año 2010 y consiguientemente a la quiebra del prestigio del Estado de las autonomías. El bipartidismo, como hemos visto en la reciente conferencia de presidentes autonómicos en Santander, ha sido el sustento del mismo Estado autonómico, con los presidentes de una formación u otra actuando no ya como representantes del Estado en su comunidad, sino como peones de los viejos partidos del bipartidismo, con permiso y perdón del lehendakari vasco, Imanol Pradales, y el canario, Fernando Clavijo.

Pleno en el congreso de los Diputados. Debate sobre la gestion de la DANA de Valencia.

Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso

Dani Duch

En el 2012, cuando tuvo lugar el rechazo de Mariano Rajoy a la propuesta de pacto fiscal liderada por Artur Mas, el bipartidismo organizaba a 16,5 millones de votos según las tablas del CIS, cinco millones menos que en el 2008. Hoy la suma de PP y PSOE organizaría, según la misma fuente, a menos de 15 millones de electores, aunque el procés ya sea cosa del pasado. Son datos simplemente para entender uno: que el bipartidismo, lejos de regresar como se pregona, resiste institucionalmente por los más mayores; y dos: que el autonomismo como concepto, lejos de recuperar su fuerza inicial, sirve solo para intentar desempatar frente a los crecientes plurinacionales en la lucha de bloques políticos en España. Pero autonomismo y plurinacionalidad están condenados a entenderse, porque en España se rebosa diversidad y pluralidad en su espectro ideológico. Lo veremos en el 2025: el año de la Amnistía constitucional.

Y, finalmente, que el PP, Junts y el PNV hayan abortado el impuesto energético dibuja lo que ya sabíamos el 23-J: que hay una mayoría de diputados de derechas en el Congreso, pero que no es operativa por la cuestión territorial. El PP sigue apolillado en el orden territorial del Estado de las autonomías. Son 11 de 17 presidentes. Pero hay dos partidos nacionalistas que, si bien participaron de la constitución de las nacionalidades históricas de Catalunya y Euskadi a principios de la transición, no están por continuar con el statu quo del Estado tal y como lo conocemos, menos aún con el surgimiento de un fenómeno nuevo: la comunidad más radial de todas, el Madrid D.F. Y, finalmente, está Vox que aboga por la eliminación del autogobierno. Por tanto, tenemos tres derechas diferentes en lo territorial que se ponen tácticamente de acuerdo para tumbar un impuesto, pero nada será estratégico hasta que tengan un proyecto común de convivencia.

Veremos si se dan los primeros pasos en el 2025. Aquí es donde Alberto Ñúñez Feijóo se juega su futuro. Ser duro contra el PSOE para mantener flujo de votantes con Vox no debiera ser óbice para dibujar un proyecto de convivencia desde la derecha plural. Es más, cuando haga lo segundo será exitoso en lo primero. El impuesto ha sido el dedo, pero el orden territorial –además de la nueva cultura pluripartidista– es hacia dónde apunta el dedo: de la Amnistía a la derecha plural.

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