Los días festivos alteran el ritmo de la información. Durante unas horas, lo que suele ser compulsión frenética se estanca en una oferta que, por debilidad de la demanda, no puede ser tan ambiciosa. Los informativos y la prensa escrita o digital exprimimos las cabalgatas como prioridad. Hoy, sin embargo, vuelve lo que denominábamos información, que luego se llamó actualidad y que se ha convertido en instantaneidad insaciable. En plena cabalgata, un niño entrevistado dijo que había pedido una tableta, un reloj inteligente y “un juego que no recuerdo como se llama”. La afirmación confirma la prevalencia de las pantallas y el descrédito de los juegos.
El concepto última hora, que revolucionó los ochenta (la era de la CNN), se ha vuelto digital a rebufo de una denominación que ya lo dice todo: “Alerta”. Aquí mantenemos el “última hora”, en Francia utilizan el “ suivre l’info en direct ” y en Argentina, la fórmula “ Último momento”. En el documental Las voces de la radio (Movistar+), Carlos Alsina (Onda Cero) lamenta el exceso de atención que la radio matinal le concede a las entrevistas políticas. Hace años, Jordi Basté (RAC1) ya intuyó que esta era una vía moribunda y que había que potenciar otros temas (uso del móvil en las escuelas, suicidios entre adolescentes...)¿Alerta? Es un concepto que provoca tantas contradicciones como el cuento de Pedro y el lobo.

El rey Felipe VI, durante la celebración de la Pascua Militar este lunes en el Palacio Real en Madrid
Los informes médicos previos a la muerte de Franco sonaban como una letanía punk
El eco de ayer pasa por una efeméride que suena fatal: Pascua militar. Es una liturgia de uniformes que el rey Felipe VI debe presidir, aunque tenga problemas de agenda. Que el Rey no participe en el primer acto de conmemoración de los cincuenta años del retorno de la democracia (es el eufemismo para no admitir que lo que se celebra es la muerte del dictador), ¿es relevante? No lo sé, pero reactiva tics guerracivilistas de imitación, enfatizados por el postureo de sus herederos. En fechas señaladas, me gusta recordar, hasta hacerme pesado, la reflexión de Ramon Solé: “Tuvimos que aguantar a los franquistas durante cuarenta años y ahora tendremos que aguantar a los antifranquistas cuarenta años más”. Eso lo dijo a finales de los ochenta y le han sobrado diez años de vaticinio. ¿La muerte de Franco? De la agonía macabra del dictador, lo que más recuerdo es la inspirada prosa de los informes del Equipo Médico Habitual. Parecían redactados por un enemigo furibundo del régimen que, a través de la retórica médica, lanzaba mensajes que, en perfecto castellano, sonaban como una letanía punk: “Cardiopatía isquémica con infarto de miocardio anteroseptal y de cara diafragmática. Úlceras digestivas agudas recidivantes, con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis iliofemoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico”. Y, por supuesto, las “heces hemorrágicas en forma de melena” que, si no recuerdo mal, estuvieron a punto de inspirar el nombre de un grupo de rock. Un grupo que, como tantas cosas de aquella época, murió antes de nacer.