Imperio, palabra del 2025

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La dimensión física de los países dominantes vuelve al primer plano

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Imperio, palabra del 2025 | Enfoque Enric Juliana 

Imperio será la palabra del año. Seguida muy probablemente de ‘lebensraum’, expresión alemana que significa hábitat y que también puede traducirse como ‘espacio vital’. La palabra Imperio figurará en el frontispicio de la nueva presidencia de los Estados Unidos. Nunca ha dejado de estar ahí, pero ahora brillará con parpadeantes luces de neón. Quince días antes de jurar el cargo, el futuro presidente Donald Trump ha explicado que su ambición no se limita a que América (los Estados Unidos de América) vuelva a ser ‘grande’ en términos de potencia. Ni que vuelva a ser percibida como 'grande' por sus electores.  También quiere un país de dimensiones físicas más grandes, el país con más kilómetros cuadrados del planeta, por delante de Rusia. Esta no la vimos venir. 

Quizás era más fácil adivinar que Trump podía ser el primer presidente de los Estados Unidos que jurará el cargo con una condena penal a cuestas, circunstancia que no le impedirá ejercer el mandato electoral, por decisión expresa del juez. Una condena simbólica, sin cárcel ni multa, por haber comprado con dinero de su campaña el silencio de una actriz porno.

Si Estados Unidos obtuviese la adhesión de Canadá y lograse la anexión de la isla de Groenlandia, la segunda isla más grande del mundo después de Australia, sumaría una superficie 21,97 millones de kilómetros cuadrados, por delante de la inmensa Rusia, que tiene una superficie de 17,1 millones de km. cuadrados, y muy por delante de la República Popular China, con 9,59 millones de km. cuadrados. En la actualidad, Estados Unidos ya es un poco más grande que China. Con las ampliaciones que plantea el futuro inquilino de la Casa Blanca, se convertiría en un país de proporciones gigantescas, con una posición dominante en  la región ártica, zona del planeta que va a ser objeto de una dura competición en los próximos años, por las riquezas que se hallan en su subsuelo y por las nuevas rutas de navegación que va a facilitar el progresivo deshielo del océano Ártico.

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En su mayor declaración imperialista desde que ganó las elecciones, el futuro mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, ha sugerido que podría hacer uso de la fuerza militar y la presión económica para lograr la anexión de Groenlandia y el control efectivo del canal de Panamá, ha insistido en su ambición de que Canadá se convierta en el 51º Estado de su país y ha anunciado que renombrará el golfo de México como

Una vez más, Trump quiere ser literal: cuando dice ‘grande’, quiere decir el más grande del planeta. Esa es su proclama. Ese es su programa de máximos. A partir de aquí se verá a dónde llega. Podría obtener el control de las riquezas naturales de Groenlandia sin comprar la isla a Dinamarca, bastaría con apoyar activamente a los groenlandeses que aspiran a la independencia de su territorio, ayudarles a convocar un referéndum de independencia, para después pactar con ellos. Podría convertir Canadá en un país satélite de Estados Unidos, sin que los canadienses renuncien a su bonita bandera con la hoja de arce en el centro, rojo sobre blanco, bastaría con que el Partido Conservador canadiense gane las elecciones federales del próximo mes de marzo e inicie un proceso de mayor acercamiento y subordinación a Washington. Podría ahuyentar a China de Panamá sin romper el tratado Carter-Torrijos de 1977 que otorga el control exclusivo del canal a las autoridades panameñas.

Podría influir más en México sin llegar al extremo de la humillación constante. Podría condicionar más a la Unión Europea sin entrometerse de manera obscena en sus políticas nacionales, como está haciendo el empresario Elon Musk en el Reino Unido y Alemania, y de una manera muy singular en Italia, donde ofrece protección y simpatía al Gobierno de Giorgia Meloni a cambio de un contrato de gestión de comunicaciones estatales valorado en 1.500 millones de euros.

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El expansionismo de Trump y las injerencias de Musk. El emperador y el cónsul imperial. Este duunviro tampoco lo vimos venir en su actual dimensión. En un primer momento, Musk abandonó a los demócratas y se convirtió en simpatizante de Trump. Después compró la red social X para ponerla al servicio de la campaña de su candidato preferido. Después subió a la tribuna para participar en sus mítines. Después se convirtió en su sombra. Después apareció dibujado en la portada de la revista  The New Yorker jurando con una mano sobre la Biblia al lado de Trump, que le observa estupefacto. Después encendió las iras de Steve Bannon, profeta del trumpismo de primera hora. Después provocó que Bannon declarase lo siguiente al diario italiano Corriere della Sera el pasado miércoles: “Musk es un oportunista al que solo le interesa el dinero. Haré todo lo posible para que no obtenga una tarjeta de libre acceso a la Casa Blanca”.

Musk es en estos momentos la entidad no gubernamental con más poder en el mundo. Entidad no gubernamental es una manera de decirlo. Es contratista de la NASA y pronto puede formar parte de la Administración Trump con un encargo específico para la modernización de la administración. Los cohetes de Wernher von Braun, padre del programa espacial estadounidense, la última versión de la máquina Enigma, y una inmensa fortuna industrial al servicio de la política. Todo ello reunido en una misma persona. En Washington comienzan a cruzarse apuestas sobre el tiempo que Trump y Musk podrán cohabitar sin pelearse. 

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Enric Juliana
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Estamos ante dinámicas de poder nuevas. Trump posiblemente expresa de una manera muy ruda y sin inhibiciones las ambiciones que los demócratas susurraban bajo el manto de la diplomacia. Pero estaremos de acuerdo en que nos hallamos ante una nueva dinámica.

Imperio será el nombre del 2025 y apunten un nombre en la agenda de este año: Tobruk. Vuelve Tobruk, título de una película sobre la Segunda Guerra Mundial, protagonizada por Rock Hudson, George Peppard, Nigel Green y otros actores. Una película de acción sobre las batallas que tuvieron lugar en el Norte de África a principios de los años cuarenta. En Tobruk, en el este de Libia, se hallaba el cuartel general de Rommel, jefe del Afrika Korps, el cuerpo expedicionario de la Alemania nazi.

En el puerto de Tobruk, un puerto muy bien abrigado, cercano a la frontera de Libia con Egipto, quisiera tener Rusia su nueva base naval en el Mediterráneo, en sustitución de la base de Tartús en Siria, enclave que está a punto de perder como consecuencia de la caída del régimen de los Asad. Barcos rusos en Tobruk para alimentar el despliegue de los mercenarios rusos en los países del Sahel (Malí, Níger, Burkina Faso y República Centroafricana, principalmente), que durante los últimos años han decidido expulsar a las tropas francesas de su territorio. Turquía, que también tiene ambiciones imperiales en el Mediterráneo, se va a oponer a esa base. 2025 va a ser un año de emociones fuertes. Este es el tema del videoblog de esta semana. Hay que empezar el año explicando el marco principal.

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