Entre monstruos

Opinión

En Barcelona hay una pequeña sala, el Teatro Akademia, que ofrece una programación pensada con mucho amor y detalle. Estos días tiene en cartel la obra Entre monstres, “la historia de un olvido, la historia de alguien, que un día, decidió recordar”.

Pensaba en ello, estos días en los que el hombre más rico del mundo, Elon Musk, ha decidido recomendar a los alemanes que pasen página del pasado y de calamidades como el Holocausto, en un acto de apoyo a sus amigos ultras de Alternativa por Alemania (AfD). Pensaba en ello, a la vez que reflexionaba que, por desgracia, quizás no hace falta que Musk lo diga, porque muchos ciudadanos ya parecen vivir en un carpe diem eterno (mirándose el ombligo donde tienen el móvil) y en multiversos que al estilo de los cómics de superhéroes les hacen posible vivir en realidades paralelas al espacio-tiempo que les ha tocado vivir. Por eso la AfD ya iba a sacar buenos resultados en las elecciones federales dentro de unas semanas, mucho antes de que Musk abriera la boca.

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Hay radicales que señalan a otros y tendrían también mucho que callar

Estos días, también, la tele pública catalana evidenciaba que hay mucha juventud que no sabría decir quién fue Franco ni el nombre de algún campo de exterminio. Inquieta. Pero quizás somos menos excepción de lo que pensábamos. Por eso, junto a las especificidades de cada país, existen tendencias globales que explican el alza de partidos ultras que viven de la desmemoria y de la ignorancia militante que abrazan cada día más individuos.

No recordar y no querer saber es parte de lo que devalúa un debate político donde la mayor parte del tiempo nos quedamos en la superficie y el impacto emocional efectista, sin ir al fondo, porque da pereza. Y así banalizamos que haya formaciones de ultraderecha, y le restamos importancia. Pero, así también, quizá miramos con simpatía que jóvenes de organizaciones juveniles que entroncan con otras ideologías como el comunismo se dediquen a vandalizar otras expresiones políticas.

El presidente estadounidense Donald Trump junto al magnate Elon Musk y al vicepresidente J.D. Vance, en un partido de fútbol americano en Maryland el pasado diciembre

El presidente estadounidense Donald Trump junto al magnate Elon Musk y al vicepresidente J.D. Vance, el pasado diciembre

AP | Stephanie Scarbrough

Veía este fin de semana el choque entre gente de Aliança Catalana y militantes de Arran, la rama juvenil de la CUP, que les habían ido a buscar, y no podía dejar de pensar en cómo hay expresiones radicales que solo saben vivir del conflicto y de regalar espacio a otros que consideran en el otro extremo que ellos, victimizándolos a la vez que dándoles más altavoces (como esta misma columna).

Pensaba en esto y en cómo mucha gente querrá ver siempre presunción de bondad en unos y todo lo contrario en los otros, por ejemplo ignorando que Arran sufrió una escisión en el 2022, de la mano de un espacio, Horitzó Socialista, que en pleno siglo XXI propone “la toma del poder político por parte de la clase trabajadora” y la “dictadura del proletariado”. Quizás muchos también han olvidado que aquella dictadura, como la nazi, causó millones de muertos.

Pero, “todo lo que nos rompe es obra de monstruos, y los monstruos no saben de culpa”, como declaman estos días en el teatro. Y está claro que los deberes son de todos. Porque la culpa también es de quien no recuerda y de quien olvida que algunos señalan y tendrían también mucho que callar.

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